El barista observa la mesa vacía donde baila la luz. Comienza a preparar el café para el fantasma que siempre llega puntual.
Lo despertó el aroma del café recién hecho. Fue a la cocina: limpia. Desde el refrigerador lo veía la foto de su mujer muerta.
El aroma del café se expande por el departamento. Es lo único que hace titubear al hombre con la pistola apoyada en la sien.
Cada mañana, antes de salir a correr, sirve café a su amante muerto. Al volver a casa, aunque no siempre, halla la taza vacía.
Esta mañana va retrasada: no le dará tiempo de ir al café de costumbre. Al pasar frente al local se ve a sí misma en su mesa.
Hay días en que el sabor del café le regresa al hombre que la dejó. Espera a que la bebida se enfríe para que se vuelva a ir.