Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
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domingo, 21 de julio de 2024

372. Rodolfo Villa (Colombia)

    




Rodolfo Villa Valencia (Santiago de Cali, Colombia - 1978) 
Licenciado en literatura, docente, ganador de varios concursos de libros de cuentos. Ha publicado tres libros de cuentos. Aparece en varias antologías de minicuentos.






El mago

   “Ahora deshaz el hechizo”, suplicó la mujer al mago, viendo la mitad de su cuerpo al otro lado del tablado, y sin darse cuenta de que aquel yacía en el suelo, después de sufrir un infarto fulminante.


Tardanza 

   Viajó desde el futuro para resarcir los errores cometidos con su exesposa e hijos. Se instaló justo en la noche en que se casaron, pero cuando apareció en la iglesia, ella estaba dándole el sí a otro hombre. Sin entender, se marchó y se condenó a la tristeza, sin saber que aquel fulano no era más que el primer novio de ella, quien viajó en un turno anterior al suyo.


El colibrí

   Soñó que era un colibrí.
   Amaneció suspendido en el aire.


Espejos

   La mujer se miró fijamente al espejo y se sintió extraña, no entendía por qué ella, una jovencita de 20 años, se veía tan ajada. Así estuvo por más de dos horas, sin entender por qué la jovencita, al otro lado del espejo, la miraba de esa manera.


Noche de fiesta

   Sería una noche de fiesta. La mejor y más extravagante celebración de quince años que jamás hubiese conocido la ciudad. Leonor era su única hija y merecía todo el derroche de lujos que hicieron ese día para ella. Habría damas de honor, una por cada año cumplido. Las paredes estarían tapizadas con rosas blancas. El vals lo bailaría primero con su padre, después con su abuelo, seguirían sus tíos y así sucesivamente, hasta terminar con el último de sus amigos. La torta sería enorme. No habría mariachis, porque don Antonio prefirió un trío de guitarra; según dijo, eso iba más con la ocasión, además siempre pensó que las serenatas con mariachis eran para gente de clase inferior. Invitarían desde el más refinado de todos sus amigos hasta la más chismosa señora de la cuadra para que después contara la grandeza de aquella celebración. El vestido sería el más caro comprado en la mejor boutique, porque la niña lo merecía. Y una gran cena, acompañada del mejor whisky, antes de hacerle entrega del auto último modelo que pidió, sería el remate de aquel cortejo suntuoso. Pero todo habría sido diferente si Leonor hubiera aparecido, si no hubiese decidido marcharse justo esa noche con su novio, un mecánico de cuarenta y dos años que nunca conocieron en su casa. 


El rostro del verdugo

   —¿Es su último deseo?
   —Sí —asintió el condenado.
   —Como usted quiera —respondió el verdugo y descubrió su rostro antes de dejar caer la guillotina.


Orfandad

   En las noches, cuando todos duermen, mamá y papá vienen a jugar conmigo.