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| Elías Canetti |
La estatura del tiempo
A partir de cierta edad, los hombres empezaron a volverse cada vez más pequeños, año tras año; recorrieron hacia atrás los mismos peldaños que en otros tiempos fueron escalando con orgullo. Sin embargo, los honores y dignidades de la edad continuaron siendo los mismos, de modo que personas muy pequeñas, parecidas a chiquillos de seis u ocho años, fueron consideradas las más sabias y experimentadas. Los reyes más ancianos eran los más pequeños; los obispos miraban de arriba a abajo a los cardenales, y estos, a su vez, al Papa. Así, ningún niño deseaba ser algo grande. La historia empezó a perder importancia; ciertos acontecimientos, ocurridos tres siglos antes, ¿no habían tenido lugar entre criaturas semejantes a insectos? El pasado, por fin, fue desatendido.
(1942)
El secreto de Edén
Dios mismo instigó a la serpiente contra Adán y Eva y todo dependía de que la serpiente no lo traicionase. Este animal venenoso ha permanecido fiel a Dios hasta el día de hoy.
(1942)
Exilio
La Tierra abandonada por los hombres es una imagen inquietante. Emigraron para llevarse consigo su recuerdo, pero nunca volverán a encontrarse tan bien como allí. Con la ayuda de potentes instrumentos observan aún la Tierra, pero no pueden distinguir lo que realmente ocurre en ella. Entonces comprendieron lo que habían perdido.
(1942)
Guerra
Él me robó la oreja izquierda. Yo le quité el ojo derecho. Él me birló catorce dientes. Yo le cocí los labios. Él hizo hervir mi trasero. Yo le di la vuelta a su corazón. Él se comió mi hígado. Yo bebí su sangre.
La utilización de los órganos de los muertos ha hecho tales progresos que hoy se le devuelve a la vida a los soldados, utilizando los órganos de los enemigos.
(1942)
En su hora
Hay libros que tenemos veinte años con nosotros, pero sin leerlos; libros que tenemos siempre cerca, que llevamos con nosotros de ciudad en ciudad y de país en país, cuidadosamente empaquetados, aunque haya muy poco espacio, y tal vez los hojeamos al sacarlos de una maleta, pero nos guardamos muy bien de leer una sola frase entera. Y resulta que luego, al cabo de veinte años, llega un instante en el que, de pronto, cómo bajo una coacción muy fuerte, no podemos hacer otra cosa que leer alguno de ellos de principio a fin y de un tirón: es como una revelación. Y entonces sabemos por qué le hemos dado tanta importancia. Tuvo que pasar mucho tiempo a nuestro lado; tuvo que viajar; tuvo que ocupar espacio; tuvo que ser una carga; y ahora ha llegado a la meta de su viaje, ahora se revela, ahora ilumina los veinte años que ha vivido mudo, con nosotros. No podría decir tanto si no hubiera estado mudo todo ese tiempo, ¡y a ver qué idiota se atrevería a decir que el contenido del libro ha sido siempre el mismo!
(1943)
Después de la guerra
Las verdaderas esperanzas, las que no tenemos para nosotros mismos, aquellas cuya realización no redundará para nada en beneficio nuestro, aquellas que tenemos listas para todos los demás, para unos nietos que no serán los nuestros, para los no nacidos… esas esperanzas sucumben ante las privadas: mostrándonos tan sensibles como nos sea posible, en contra de nuestra naturaleza íntima, pedimos perdón al hermano (aunque no le hayamos hecho nada, sólo porque habríamos podido hacerle algo); bendecimos la tumba de la madre por haber muerto antes de esta guerra; buscamos conocidos que todavía estén vivos y sobre los demás circularán las historias más curiosas.
(1943)
Linaje de la venganza
En la guerra, los hombres se comportan como si cada uno tuviera que vengar la muerte de todos sus antepasados. No quieren saber que muchos de éstos fallecieron de muerte natural.
(1943)
