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sábado, 13 de septiembre de 2025

402. Eduardo Galeano II (10 años ya...)

Textos tomados de El cazador de historias (2016)

Eduardo Galeano



Concurso

   Hace algunos milenios —año más, año menos—, el jaguar, el perro y el coyote estaban compitiendo por quién era el viejo más viejo. El ganador recibiría como premio la primera comida que encontraran.
   Desde la colina, un carro, destartalado, avanzaba tambaleando, cuando de él cayó una bolsa llena de tortillas de maíz. ¿Quién merecía ese tesoro? ¿Cuál era el viejo más viejo?
   El jaguar dijo que él había visto el primer amanecer del mundo. El perro dijo que él era el único sobreviviente del diluvio universal. El coyote no dijo nada, porque tenía la boca llena.


Viaje al Infierno

   Hace ya algunos años, durante una de mis muertes, visité el Infierno. Había escuchado que en esos abismos te sirven el vino que prefieras y los manjares que elijas, amantas y amantes para todos los gustos, música bailadera, gozadera infinita…
   Y, una vez más, confirmé que la publicidad miente. El infierno promete la gran vida, pero yo no encontré nada más que un gentío haciendo fila. La larguísima fila, que se perdía de vista en esos desfiladeros humeantes, estaba formada por mujeres y hombres de todos los tiempos, desde los cazadores de las cavernas hasta los astronautas del espacio sideral.
   Ellas y ellos estaban condenados a esperar. A esperar desde siempre y para siempre. Eso descubrí: el infierno es la espera.


Zapato con historia

   Él no podía respirar. A veces, alguna máquina o ciertas pastillas le abrían el pecho por un rato, pero el aire se iba y ya no volvía, por mucho que lo llamara.
   Una noche, arrojó ese zapato contra la ventana cerrada. Y por fin el aire entró en su casa y en su cuerpo, y pudo dormir, al cabo de tantas noches enemigas.
   Cuando despertó, el suelo estaba todo regado de trozos de vidrio. No era la ventana, era lo que quedaba de su espejo, que el zapatazo había roto en mil pedazos.


Pleitos

   En Julio de 2004, el pueblo de San Roque, en Cádiz, se partió en dos: una mitad estaba con la vaca, de propiedad privada, y la otra mitad era favorable al burro, que pertenecía al municipio. Se había instaurado una demanda judicial, pues el burro había perseguido a la vaca con deshonestas intenciones y ésta, huyendo del acoso sexual, se había precipitado al vacío y había muerto. El abogado de la difunta vaca exigía una indemnización. El abogado del burro alegaba que la vaca lo había provocado al salir al campo completamente desnuda y con las tetas al aire.
   Otros abogados se sintieron tentados de meter la jurídica cuchara en el asunto. La difunta vaca y el burro quedaron sumidos en el olvido.


El músico

   En Kachi, la ciudad sagrada de los tamiles de la India, vivía y sonaba el más desafinado flautista del mundo. Para que tocara muy mal, le pagaban muy bien, pues su flauta atormentaba a los demonios. Lo tenían encadenado a un árbol, para que no huyera, pues desde Kerala, Mysore y otras ciudades llovían fabulosas ofertas: todos querían tener al maestro en el difícil arte de ser espantoso.


Crónica

   En Francia, durante la Edad Media, el Chicheface devoraba a las mujeres que jamás contradecían las órdenes de sus maridos. 
   Pero las sumisas eran bastante escasas, a pesar de lo que dicen algunos historiadores. Tan pocas eran que el pobre Chicheface murió de hambre.


La Luna

   La Luna se moría de ganas de visitar la Tierra. Después de mucho dudar, se dejó caer. Había venido por un rato nomás, pero quedó atrapada en la copa de un árbol cuando empezaba su viaje de regreso. Sintió que nunca más iba a liberarse de esa prisión de ramas y se sintió horriblemente sola, pero tuvo la suerte de que un lobo apareciera, desde lo hondo de la selva. El lobo pasó toda la noche jugando con ella, acariciándola con el hocico, haciéndole cosquillas en la blanca panza y contándole chistes que no eran del todo malos.
   Poco antes del amanecer, el lobo la ayudó a liberarse del ramaje y la Luna se marchó, cielo arriba. Pero no se fue sola: le robó la sombra al lobo, para que él nunca olvidara esa noche compartida. Por eso, cuando el lobo le aúlla a la Luna, le está suplicando que le devuelva su sombra robada.
   La Luna se hace la sorda.