Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 18 de abril de 2021

286. Minicuentos en verso IV


Mnamón el cretense
   Jaime Siles

   Mucho antes de que existiera el borgiano Funes
   hubo en Creta un memorioso todavía mayor.
   Su nombre no deja dudas al respecto:
   se llamaba Mnamón y todo lo conservaba
   dentro de su memoria: los archivos del reino,
   las cuentas de palacio, los enseres, las bestias,
   las piezas y cabezas de ganado, las armas,
   los carros, los pertrechos, todo cuanto informaba
   aquella primitiva —o no tan primitiva— sociedad.
   Todo, todo estaba dentro de su memoria.
   Todo, todo, menos él, que no formaba —¿o sí?—
   parte del inventario y que, por ello, carecía
   de existencia real: no era un objeto como todo
   cuanto le rodeaba, y no serlo le producía
   angustia y desesperación. Los esclavos, las vasijas
   y los animales tenían existencia real. Él, en cambio,
   tenía por misión recordar todo lo que los otros eran:
   su número, su género, su cantidad. Y él, que podía
   recordarlos uno a uno a todos y enumerar todas
   sus cualidades, describir sus distintos caracteres
   y hasta catalogarlos según su precio, su peso o su tamaño,
   nada lograba saber nunca de sí. Como él en Creta, había,
   hubo y hay pero que muchos hombres, que saben todo
   de todo, pero que —a diferencia de Mnamón— lo saben
   para no tener que saber nada de sí.


¡Hola!
   Jorge Gimeno

   Nasrudín se encuentra un espejo
   en la calle.
   Lo coge, lo mira (se ve)
   y lo deja donde estaba
   con sumo cuidado.
   —Perdona, no sabía que
   eras tú.
 (Noventa y nueve iluminaciones de Nasrudín)


Huida
   Miguel Ángel Bernal Barreto

   Sherezada teje historias
   que uno goza en el confort de la distancia
   hasta que da con una cuyo protagonista es el lector.
   Nuestro destino queda
   en manos del Emir de los Creyentes
   El Califa Al-Rachid
   quien sólo absuelve
   a los que saben amar sin medida.
   “Cortarán mi cabeza —me digo—
   pues no sé amar...”

   Entonces sucede lo que no sucede
   y el Califa da su veredicto
   y perdona mi vida
   no ha llegado mi hora…

   Y paso la página
   ¡Y me pierdo veloz
   entre las palabras!
(Confabulación # 389, 2015)


Cuento de hadas  
   Robert Desnos

   Había una vez (y fueron tantas veces)
   un hombre que adoraba a una mujer.
   Había una vez (la vez fue muchas veces)
   que una mujer a un hombre idolatraba.
   Había una vez (lo fue muchas más veces)
   una mujer y un hombre que no amaban
   o aquel o aquella que los adoraban.

   Había una vez (tal vez sólo una vez)
   una mujer y un hombre que se amaban.
(Langage cuit, 1923)


Día hábil
   Claudia M. Sánchez Cadena


   Un día dejé la estufa encendida,
   a la manera de Plath, 
   fue un gran absurdo desperdiciar el gas,
   tan preciado en el mundo,
   y yo, con tan pocas monedas en los bolsillos como anhelos.

   Otro día contemplé mi gran caída desde un puente,
   pensé en el ruido de mis huesos,
   pero temí, sobre todo,
   causar un gran escándalo,
   demasiado ruido para mí.

   En otra ocasión,
   como esos deseos de película ante fuentes claras y brillantes,
   tome muchas pastillas de un frasco pequeño y reluciente,
   eran para la presión y no sucedió nada memorable
   más que un vómito acuoso sobre el piso reluciente de la habitación.

   El último día,
   siempre hay un último,
   comencé a trabajar de 11 am a 9 pm,
   un suicidio ejemplar,
   sin estertores o manchas para arruinar un bello paisaje.


Monologo
   Carlos Merchán

   El espejo se sonríe con cierta ironía,
   sabe que es más rápido
                          más ágil
   sabe, además,
   lo que estoy y no estoy pensando
   sabe que tengo sed o risa
                     ira o alegría...
   pero yo, yo sé,
   por muy hábil
   el espejo
   siempre estará preso
                   esperando
   que por cualquier esquina aparezca yo.
(El lugar de los vencidos)


Bajo la lluvia
   León Gil

   El asfalto
   Es un lustroso firmamento
   Con intermitentes
   Estrellas de agua…
   Desde la acera
   Cabizbajos
   Miramos en silencio al cielo