Inferno, I, 32
Jorge Luis Borges
Desde el crepúsculo del día hasta el crepúsculo de la noche, un leopardo, en los años finales del siglo XII, veía unas tablas de madera, unos barrotes verticales de hierro, hombres y mujeres cambiantes, un paredón y tal vez una canaleta de piedra con hojas secas. No sabía, no podía saber, que anhelaba amor y crueldad y el caliente placer de despedazar y el viento con olor a venado, pero algo en él se ahogaba y se rebelaba y Dios le habló en un sueño: Vives y morirás en esta prisión, para que un hombre que yo sé te mire un número determinado de veces y no te olvide y ponga tu figura y tu símbolo en un poema, que tiene su preciso lugar en la trama del universo. Padeces cautiverio, pero habrás dado una palabra al poema. Dios, en el sueño, iluminó la rudeza del animal y éste comprendió las razones y aceptó ese destino, pero sólo hubo en él, cuando despertó, una oscura resignación, una valerosa ignorancia, porque la máquina del mundo es harto compleja para la simplicidad de una fiera.
Años después, Dante se moría en Ravena, tan injustificado y tan solo como cualquier otro hombre. En un sueño, Dios le declaró el secreto propósito de su vida y de su labor; Dante, maravillado, supo al fin quién era y qué era y bendijo sus amarguras. La tradición refiere que, al despertar, sintió que había recibido y perdido una cosa infinita, algo que no podría recuperar, ni vislumbrar siquiera, porque la máquina del mundo es harto compleja para la simplicidad de los hombres.
Cangrejo de tierra
Apsley Cherry Garrard
Los cangrejos de tierra, en la isla de Trinidad Sur, son una pesadilla. Lo espían a usted desde cada rincón y desde cada piedra. Con sus ojos muertos y mirones le siguen los pasos, como diciendo: “Si por lo menos te cayeras, nosotros haríamos el resto”. Acostarse y dormir en cualquier parte de la isla equivaldría al suicidio… Si está de pie, quieto, procuran morderle las botas, mirándolo con fijeza todo el tiempo. Una característica de estos animales, capaces de enloquecer a un solitario, es que, pocos o muchos, todos lo miran a uno... Son amarillos y rojos, y, después de las arañas, parecen las más abominables criaturas en esta tierra de Dios.
(J. L. Borges y A. Bioy Casares. Cuentos breves y extraordinarios)
Ernst Haeckel |
El animal favorito del señor K.
Bertolt Brecht
Cuando se le preguntó cuál era el animal que más le gustaba, el señor K. respondió que el elefante. Y dio las siguientes razones: el elefante reúne la astucia y la fuerza. La suya no es la penosa astucia que basta para eludir una buena persecución o para obtener comida, sino la astucia que dispone la fuerza para grandes empresas. Por donde pasa este animal queda una amplia huella. Además, tiene buen carácter, sabe entender una broma. Es un buen amigo, pero también es un buen enemigo. Es muy grande y muy pesado embargo, es muy rápido. Su trompa lleva a ese cuerpo enorme los alimentos más pequeños, hasta nueces. Sus orejas son adaptables: solo oye lo que quiere oír. Alcanza también una edad muy avanzada. Es sociable, y no sólo con los elefantes. En todas partes se le ama y se le teme. Una cierta comicidad hace que hasta se le adore. Tiene una piel muy gruesa; contra ella se quiebra cualquier cuchillo, pero por naturaleza es tierno. Puede ponerse triste. Puede ponerse iracundo. Le gusta bailar. Muere en la espesura. Ama a los niños y a otros animalitos pequeños. Es gris y sólo llama la atención por su masa. No es comestible. Es buen trabajador. Le gusta beber y se pone alegre. Hace algo por el arte: Proporciona el marfil.
(Historias del señor Keuner)
El erizo
Michael Ende
Es una especie de bohemio de los animales, la despreocupación hecha carne. Se pasea por el jardín, eructa y hace ruido al comer, le gusta el alcohol y se emborracha siempre que puede. Si le atacan, se hace una bola y espera con toda tranquilidad a que el atacante pierda la paciencia y le deje en paz. La serpiente no le impresiona lo más mínimo. Le da completamente igual que le muerda, está inmunizado contra ella. Él se la come como un plátano.
(Carpeta de apuntes)
Los dos gatos
Luis Vidales
El gato y su sombra. Son dos gatos —pero en realidad no es más que uno. Esto me explica la divinidad. La sombra es un gato más enigmático. Es más gato. Así deberían ser todo los gatos. Untados a la pared. Sería bello verlos andar. Entonces, tampoco podría dejar un gato arqueado de señal hasta donde he leído. Pero podría detenerlo en la pared y fijarle debajo un tomito de almanaque. Un almanaque es un pequeño tratado de filosofía. He intentado hacer una definición. ¡Es tan peligroso! Pero —afortunadamente para mí— el gato o ha desbaratado mis ideas —de un salto— y se ha echado en la poltrona —sobre su sombra.
De un envoltorio de piel —que parece como si una mujer lo hubiera dejado sobre la poltrona— sube una musiquilla constipada.
Ahora todo ha quedado en silencio. He visto la musiquilla desteñirse en el aire como un color.
(Suenan timbres)
Ernst Haeckel |
Colibrí
Jorge Cadavid
Peso, seis gramos. Su corazón palpita mil doscientas sesenta veces por minuto. Bate sus alas setenta veces por segundo. Sus ojos, hipnotizados dentro de la flor, tienen el blanco del abandono. Huye de la realidad protegido con escafandras de rocío. En su tiempo sólo existe una realidad: la del instante. El colibrí está quieto como un monje oriental, parado en un pistilo y, en breve, desaparece.
(El bosque desnudo. Diario oculto. Común presencia editores)
Serpiente (Trepinoductus viperinus)
Dulce María Loynaz
Está hecha de anillos de Saturno, de humedad de los pozos y luz de fuegos fatuos. Signo es del Infinito si se muerde la cola, y abre interrogaciones con el cuerpo enarcado.
Su ojo eléctrico brilla en la yerba del suelo y un dulce escalofrío la va desenroscando, mientras por el cristal de la laguna pasa y vuelve a pasar la sombra de algún pájaro...
La levanta una flauta con su hilo de música y un vuelo la estremece...
Algunas veces, cuando es primavera y huelen los jardines, se acuerda vagamente de un jardín encantado.
(Bestiarium. Medellín)