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domingo, 18 de agosto de 2024

374. Jacques Sternberg (Bélgica)


Textos tomados de Cuentos glaciales (Buenos Aires: La Compañía, 2010).

Jacques Sternberg

El pollo

   La familia, muy religiosa, estaba comiendo el pollo de los domingos cuando, por glotonería, la más pequeña de las hijas se atragantó con un hueso y, en pocos instantes, murió.
   —Dios nos la ha dado —dijo el padre, sin soltar el tenedor—, Dios nos la quita. Alabado sea el Señor.
   Entonces Dios, que no es ingrato, se apiadó, produjo un pequeño milagro y, en un abrir y cerrar de ojos, hizo resucitar al pollo.


Las ratas

   Hacía ya tiempo que preparaban el golpe. Siglos, tal vez.
   Entonces, en 1975, tras salir de su mundo subterráneo, las ratas subieron a tomar por asalto a la civilización humana con un único y gigantesco ejército que fluyó por las calles de las grandes ciudades.
   Pero las ratas, cuyo plan era reemplazar a los hombres, abandonaron de inmediato su proyecto. La mugre, la pestilencia y la nociva polvareda del mundo humano les parecieron no sólo insoportables, sino también demasiado tóxicas.
   Esa misma noche volvieron a sus alcantarillas.
   Allí abajo había menos contaminación y no apestaba tanto.


La nada

   La escena no representaba nada. La acción no transcurre en ningún lado. Más aún, no hay ninguna acción. Tampoco personaje alguno. Nadie dice una palabra, por lo tanto.
   El telón no se alza aún ya que está en la tintorería.
   Difícil decir si la sala se halla colmada o desierta: es que no ha sido construida aún. Y por ahora no se prevé construirla. ¿Se hará un día? Quién sabe.
   En cuanto al autor, que esta mañana había decidido escribir la obra, ha muerto esta misma tarde.


La timidez

   Tanto temía causar molestias que cerró la ventana a sus espaldas luego de arrojarse al vacío desde el sexto piso.


El director

   Dirigía un orfanato en decadencia por falta de huérfanos.
   Para que prosperase su institución, cada noche se internaba en los barrios pobres y mataba a algunos padres.


La confusión

   En realidad, María —a quien apodaban la Virgen— parió dos hijos a la vez, gemelos.
   Uno se convirtió en un alegre vagabundo, un amante de las andanzas y las palabras que llegó a ganarse, al azar de sus peregrinaciones, cierta fama de predicador. Pero fue muy pronto olvidado.
   Al otro le fue mucho peor. Terminó, a los 33 años, en una cruz, entre otros dos ladrones.
   Curiosamente lo confundieron con su hermano y la gloria se encargó de todo lo demás.


La desaparición

   Sucedió de manera muy sencilla, una tarde, a eso de las seis.
   Cuesta saber cómo ocurrió exactamente, pero de pronto el número 2 se evaporó de este mundo y se perdió quién sabe dónde.
   En consecuencia, la matemática se desmoronó y en su caída arrastró las certezas del álgebra. Las cuentas bancarias se hundieron en la geometría, la física explotó en la química y la geografía sobrepasó las fronteras de la ortografía.
   Y así fue, por fin, de una vez por todas.