Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
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domingo, 5 de abril de 2020

259. Ker - Diosa de la muerte violenta





   En la mitología griega, las Keres (en singular, Ker) eran espíritus femeninos de la muerte. En algunos textos, Ker es la diosa de la muerte violenta. Según Hesíodo, las Keres eran hijas de Nix y, como tales, hermanas del Destino (las Moiras), la Condenación (Moros), la Muerte (
Tánatos), el Sueño (Hipnos), la Discordia (Eris), la Vejez (Geras), la Venganza (Némesis), Caronte (el barquero) y otras personificaciones.
   Eran descritas como seres oscuros, con dientes y garras rechinantes, sedientas de sangre humana. Sobrevolaban el campo de batalla buscando hombres moribundos o heridos.




El niño que no sabía jugar
   Ana María Matute

   Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba desde la ventana ir y venir por los caminitos de tierra, con las manitos quietas, como caídas a los lados del cuerpo. Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota, tan redonda, y los camiones, con sus ruedecillas, no le gustaban. Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendientes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas. La madre miraba inquieta al niño, que iba y venía con una sombra entre los ojos. “Si al niño le gustara jugar yo no tendría frío mirándole ir y venir”. Pero el padre decía, con alegría: “No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño que piensa”.
   Un día la madre se abrigó y siguió al niño, bajo la lluvia, escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llegó al borde del estanque, se agachó, buscó grillitos, gusanos, crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja. Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus uñitas sucias, casi negras, hacía un leve ruidito, ¡crac!, y les segaba la cabeza.

(Los niños tontos)


El crimen
   Luis Esteban Patiño

   El primer muerto sintió vergüenza de que lo vieran muerto al borde del camino y pidió que lo cubrieran con una sábana. El segundo muerto sintió vergüenza de que lo vieran muerto al borde del camino y pidió que, por favor, lo cubrieran con una sábana. El tercer muerto también sintió vergüenza de que lo vieran muerto al borde del camino y suplicó que lo cubrieran con una sábana. El muerto N sintió vergüenza de que lo vieran muerto al borde del camino e imploró que lo cubrieran con una sábana… Pero las sábanas del pueblo se habían agotado.


Masacre en Bohemia
   Lydia Davis

   En la ciudad de Frydlant en Bohemia, donde la gente de todas formas es pálida como los fantasmas y se visten con oscuras ropas de invierno, una anciana no pudo sobrellevar más la inevitable caída en la indigencia y la desgracia, enloqueció y mató por lástima a su marido, sus dos hijos, y su hija, por rabia a sus vecinos de al lado y los vecinos del frente, que habían desdeñado a su familia, por venganza al almacenero por haberse negado a fiarle, y al de la casa de empeños, y a dos prestamistas, luego al conductor de un tranvía, a quien no conocía, y, finalmente, precipitándose con un largo cuchillo en la mano hacia la alcaldía, al joven alcalde y a uno de sus concejales, mientras estudiaban una enmienda.

(The Collected Stories of Lydia Davis)



[Sin título]
   Max Aub

   ¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.

(Crímenes ejemplares)


Objetividad

   Gustavo Laverde Sánchez

   El periodista pidió unas tomas para su crónica: el mundo entero tenía derecho a conocer la verdad. El camarógrafo, hizo un paneo del lugar: una casita revestida con cal, con chimenea que dejaba escapar al cielo la invitación a un almuerzo fresco; unas vacas tranquilas, rumiando pasto intensamente verde, al lado de un jardín de flores multicolores; las gallinas picoteando por aquí y por allá; el riachuelo de fondo, agraciando el cuadro con su música natural…
   De pronto, ocurrió un accidente: el camarógrafo cayó sobre su aparato, echándolo todo a perder… tropezó con un campesino muerto.

(Cuentos cuadrados)



Carlo Giuliani, 23 años
   Carlos Patiño Millán

   Cien mil manifestantes contra veinte mil policías. Génova, Italia. Analistas consideran que el gobierno faltó a su promesa de evitar confrontaciones con grupos de activistas de la antiglobalización. Carlo Giuliani, 23 años, está en el piso. El carro de la policía pasa varias veces sobre su cuerpo. Giuliani intentó explotar un cilindro de gas. Tenía una capucha. Que no queda parte de su cuerpo reconocile. Que su familia reclame pedazos. La cabeza para ti, una mano para la tía Laura, la pierna izquierda para los amigos del colegio, el ombligo para la madre que lo parió.

(Segunda antología del cuento corto colombiano)


Nagasaky: estampa infinita
   Amparo Osorio

   Agosto 9, 1945.
   (11:00 AM) Ellos caminaban sonrientes asidos de la mano contemplando el nuevo florecimiento de los Nomeolvides.
   (11:05 AM) Un estremecimiento infernal separó sus manos y sus cuerpos.
   (11:20 AM) La sombra de alguno de los dos quedó estampada en los muros de la calle Mishagasha.
   (Siglo XXI) Los turistas admiran aquel extraño muro que les recuerda las antiquísimas cuevas de Altamira y se preguntan entre sonrisas y curiosas miradas cual será el nombre de tan maravilloso y desconocido artista.
(Segunda antología del cueto corto colombiano)