Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 21 de marzo de 2021

284. Ellas escriben minicuentos IX


Ojos I
   Ana María Paruolo (Argentina)

   Mis ojos son tuyos, me dijo.
   Yo los tomé y los guardé en un frasquito, eso sí, con formol, para que duraran más que su amor.
(La veranda, 2019)


Reglas de admisión
   Laura Chalar (Uruguay)

   La directora miró fijo a los padres. “Con una condición”, dijo: “No puedo dejar que me altere la clase. Tendrá que llevar las alas siempre plegadas bajo la túnica”.


Deudas
   Carmela Greciet  (España)

   Apurada por las deudas, mi madre vendió al vecino de al lado los 25 m2 de nuestro salón.
   El día que vinieron a poner el tabique, mi hermana y yo, hipnotizadas por las obras de albañilería, nos quedamos de este lado y ahora vivimos con un señor muy raro que no nos habla, pero nos deja ver todo el rato la televisión.
   A ella nos la cruzamos a veces en el descansillo. Parece más contenta y viste mucho mejor.
(Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español. Fernando Valls, editor)

Natalia Levi Ginsburg

Fragmento de retrato
   Natalia Levi (Italia)

   La ciudad que amaba nuestro amigo sigue siendo la misma. Ha habido algún cambio, pero se trata de cambios menores: han puesto trolebuses, han hecho algún paso subterráneo. No hay cines nuevos. Siguen estando los antiguos, con los nombres de entonces: nombres que, al repetirlos, vuelven a despertar en nosotros la juventud y la infancia. Nosotros ahora vivimos en otra parte, en otra ciudad muy distinta, y más grande. Si nos encontramos y hablamos de nuestra ciudad, lo hacemos sin pena por haberla dejado, y decimos que ahora ya no podríamos vivir allí. Pero cuando regresamos, nos basta con cruzar el vestíbulo de la estación y caminar por la niebla de las avenidas para sentirnos como en nuestra casa; y la tristeza que nos inspira la ciudad cada vez que volvemos a ella está en este sentirnos como en nuestra casa y sentir, al mismo tiempo, que nosotros ya no tenemos motivos para estar en nuestra casa, porque aquí, en nuestra casa, en nuestra ciudad, en la ciudad donde pasamos la juventud, ya quedan pocas cosas vivas y nos recibe una multitud de recuerdos y de sombras.
(Las pequeñas virtudes)


No, al revés
   Mariana Frenk (Alemania/México)

   En las más recientes investigaciones interdisciplinarias a cargo de eminentes eruditos de la Universidad de Lio-Yang (departamento de Ting Luon) se ha descubierto, sin lugar a dudas, que Adán fue hecho de una costilla de Eva y que el recién creado considerando, como buen machista, que la divulgación de este hecho no le convendría de ninguna manera, se valió de influencias para hacer circular la versión en la cual nos han hecho creer durante tanto tiempo. Es seguro que esta noticia sensacional provocará, en el mundo entero, violentas polémicas y que tendrá un efecto revolucionario en las futuras relaciones entre los dos sexos.
(… y mil aventuras, 1992)


El placer de la lectura
   Solange Rodríguez Pappe (Ecuador)

   Hay mujeres que leen las líneas de la mano.
   Yo prefiero las barbillas varoniles, las que tienen hendiduras, muescas, relieves, profanidades que pueden verse bajo una tenue barba crecida y áspera. Las leo, pero no miro en ellas el camino de los hombres ni la fatalidad, no me interesa particularmente su destino.
   Leo el cuerpo masculino por eso que llaman “cultura general”.
   Los leo por placer.
(Antología iberoamericana de microrrelato, 2017 [Homero Carvahlo comp.])


El ladrón
   Agota Kristof (Hungría)

   Cerrad bien vuestras puertas. Llego sin hacer ruido con las manos enguantadas de negro.
   Mi estilo no es brutal. Tampoco voraz ni estúpido.
   Si se os presentase la ocasión, podríais admirar el delicado dibujo de mis venas sobre las sienes y las muñecas.
   Pero solo entro en vuestras habitaciones cuando es tarde, cuando el último invitado se ha ido, cuando vuestras repugnantes lámparas de araña se han apagado, cuando todos duermen.
   Cerrad bien vuestras puertas. Llego sin hacer ruido con las manos enguantadas de negro.
   Solo me quedo un momento, pero lo hago todas las noches sin descanso y en todas las casas sin excepción.
   Mi estilo no es brutal. Tampoco voraz ni estúpido.
   Por la mañana cuando os despertéis, contad bien vuestro dinero, vuestras joyas, no faltará nada.
   Solo faltará un día de vuestra vida.
(No importa, 2005)