Los silenciosos
Máximo Bontempelli
Éranse una vez, en un café, dos amantes, que ya no tenían nada que decirse. Su aspecto, de aflicción más que de otra cosa. Esta aflicción era en el hombre enteramente externa; en la mujer enteramente interna. En la mujer tienen que hacerse internas todas las exterioridades. La aflicción de aquella mujer produjo en ella un resentimiento complejo que estalló en estas palabras:
“Ya podías decirme algo; siquiera por la gente”. —En vano buscó el hombre, desesperadamente, un argumento. La mujer no podía o no quería sugerírselo.
Pero como ambos, aunque amantes, eran dos personas de espíritu, llegaron prontamente a un acuerdo: se pusieron a contar en voz baja. El hombre comenzó, acercándose a ella, con expresión misteriosa: —Uno, dos, tres… —La mujer replicó adusta: —Cuatro, cinco, seis, siete. —el hombre al oír aquellas palabras se dulcificó y murmuró con patetismo: —Ocho, nueve, diez. —No se convenció la mujer, por lo visto, y le fulminó una descarga: —Once, doce, trece… Y así continuaron hasta que se hizo de noche…”.
Dos
Gerónimo Martínez García
Gerónimo Martínez García
Un día quisiste que fuéramos tres; dos para uno, uno para los dos.
Uno que saldría de los dos: de ti que eres uno, de mí que también lo soy. Sería también de los dos sería uno para los dos.
Pero tres no pudo ser, y nos quedamos solos tú y yo. Después ni tú ni yo: ya no pudimos ser dos. Tú, uno, te volviste sobre ti; yo, el otro, me quedé solo.
Y ahora soy sólo uno.
Diez minutos
Fabián Vique
Fabián Vique
A las doce y diez, su corazón se detuvo.
A las doce y nueve, escuchó la campanilla del teléfono.
A las doce y siete, evocó una cena en la que su padre había llorado.
A las doce y seis, sintió que su espalda se mojaba.
A las doce y cinco, vio una araña inmóvil en el cielo raso.
A las doce y cuatro, escuchó un grito: “¡Y la sal, Jorge, la sal!”.
A las doce y tres minutos, abrió los ojos.
A las doce y tres segundos, cayó al suelo.
A las doce y tres minutos, apretó el gatillo.
Suma teológica
Renato Tinajero
A las doce y nueve, escuchó la campanilla del teléfono.
A las doce y siete, evocó una cena en la que su padre había llorado.
A las doce y seis, sintió que su espalda se mojaba.
A las doce y cinco, vio una araña inmóvil en el cielo raso.
A las doce y cuatro, escuchó un grito: “¡Y la sal, Jorge, la sal!”.
A las doce y tres minutos, abrió los ojos.
A las doce y tres segundos, cayó al suelo.
A las doce y tres minutos, apretó el gatillo.
Suma teológica
Renato Tinajero
Tres. Son tres ángeles. Son tres los ángeles que han comenzado su danza sobre la punta de un alfiler. Tres ángeles livianos e invisibles. Tres ángeles etéreos.
Cuatro. Son cuatro, cuatro ángeles los que se suman a la coreografía divina. Siete, son siete ahora los ángeles danzantes. Siete ángeles que danzan en la punta sutil del alfiler.
Seis. Son seis los ángeles que mueren, que han muerto asesinados antes de que raye el alba. Y es un ángel, el séptimo, quien los contempla. Es solamente un ángel. Uno el que sostiene todavía entre los dedos el cuchillo ensangrentado. Y el ángel, en el esquivo instante que separa a un segundo del que lo sucede, alza el cuchillo y se suicida.
Oh creyentes, vosotros los que habéis depositado ciegamente vuestra fe en el mayor de los Misterios, decid: ¿cuál es la Voluntad de Dios?
Argumento
Saúl Álvarez Lara
Primero, el despertador suena más temprano de lo previsto. Segundo, llega antes de tiempo a la cita y eso es como llegar después. Tercero, el hombre que lo recibe le ordena llevar una caja a su dirección. Duda, pero acepta. Piensa que lo están probando. Cuarto, lleva la caja a su dirección, toca el timbre y espera. Quinto, otro hombre abre la puerta y desde el interior escucha la voz de su mujer, la reconoce, que pregunta quién es. Sexto, el otro responde, no te preocupes mi amor, es un mensajero… Así comienza la historia…
Proporción
Lev Tolstói
Lev Tolstói
El valor de la vida es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que nos separa de la muerte.
(El camino de la vida)