El caminante
Nilo Espinoza Haro
Se levanta antes del alba y se va, probablemente a trabajar.
Sigilosamente, regresa a medianoche. Nadie sabe cómo es su rostro, cómo
suena su palabra ni cómo se viste. Es el fantasma del edificio.
La ventana
Juan Perucho
Abrí la ventana que daba a la tierra de los fantasmas errantes.
Se les veía a contraluz, traspasados por la luz del sol. Existían. No eran
nocturnos. Representaban escenas de los años difuntos, acompañando a sus
seres queridos —producto o de la elección de su mente e impulsos
sentimentales— o tomando parte en escenas de caza con lebreles inexistentes
o simplemente paseando y conversando filosóficamente. Por donde transitaban,
crecían las hierbas que, por orden alfabético, tantas veces he relacionado.
Bastaba alzar la voz para que desaparecieran. Sólo quedaban las urracas
picoteando entre la menuda hierba, los musgos y los líquenes.
(Fabulaciones)
Despertar
Nicio de Lumbini
—¿Dice usted que esta casa no existe, que usted es un fantasma?
¿Pues dónde estoy?
—En el despertar de un sueño.
Fantasma tradicional
Eugenio Mandrini
En mitad de la noche, la sábana se despertó y salió a trabajar.
(La vida repentina)
Paternidad responsable
Carlos Alfaro
Era tu Padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su
muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese
gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del
colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender
qué sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente, ni
en que derrapaba en la curva un autobús y se iba contra ti incontrolado. Fue
tremendo. En el suelo, inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de
nuevo tus ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen
padre, y te alegró ver que había venido una vez más a recogerte.
(Granos de mostaza)
Persecución
Jacqueline Castro
Rodolfo se preparaba para salir, igual que todas las noches. Se
colocó los zapatos y corrió hacia la calle. Al llegar a la esquina, se dio
cuenta de que alguien lo seguía. Era su abuela, con su rostro triste y
caminar nervioso.
Rodolfo corrió mucho más rápido. No quería que lo alcanzara
como en aquellos tiempos en los que ella vivía.
Brevísimo informe sobre fantasmas
Martín Gardella
Los fantasmas también tienen miedo, especialmente de los locos
y de los perros, que son los únicos que pueden verlos. Pese a ello, se
sienten protegidos pos un dios, que es el espíritu más viejo de todos. Cada
año, durante la noche de brujas, organizan una emotiva ceremonia en honor a
su guardián en una antigua catedral abandonada. Allí fue donde los conocí.
Cuando descubrieron mi identidad, fue imposible evitar que
algunos de ellos me siguieran hasta mi domicilio. Reconozco que es
preferible su compañía antes que deambular por la mansión en solitario. En
definitiva, son seres tranquilos y bastante amigables. Eso sí, para evitar
problemas de convivencia, debo cuidarme de no tocar con ellos cuando
atravieso las paredes.
(Los chicos crecen)
El amigo
Miguel Fernando Caro G.
Todas las mañanas, cumpliendo con la rutina de mi trabajo, paso
por una casa en cuyo balcón hay un viejo sentado en su silla de ruedas.
Siempre, al pasar junto a la casa, el viejo y yo nos saludamos batiendo
nuestras manos.
No sé como se llama ni él sabe mi nombre. Tal vez el vernos
todos los días casi obligatoriamente nos haya hecho amigos.
Hoy no nos vimos y al pasar por su balcón me he sentido muy
triste al pensar en lo que pudo haberle ocurrido; ya a su edad, y con la
mala salud que aparentaba, despertar a un nuevo día era una sorpresa.
Esta mañana me he sentido muy alegre pues el viejo ha sido el
primero en traer flores a mi tumba.
(Antología del cuento corto colombiano)
Esquemas de lo posible V
Enrique Anderson Imbert
—Yo —dijo un fantasma a otro, al encontrarse en el desván de
una vieja casona— soy diferente a usted: yo no me morí nunca, yo empecé
fingiendo que era un fantasma, y ya ve.
(El gato de Cheshire)
[Sin título]
Georg Christoph Lichtenberg
No sólo no creía en fantasmas, sino que ni siquiera les temía.
(1784 - Aforismos)
Hombre temeroso
Tradición china
Al agachar la cabeza, vio su sombra ante él e imaginó que un
espíritu maligno estaba tendido a sus pies.
Al levantar los ojos, su mirada tropezó con dos mechones de su
pelo y creyó que un demonio se encontraba a sus espaldas.
Retrocediendo y en carrera volvió a casa, cayó al suelo y
entregó su alma.