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domingo, 23 de noviembre de 2014

118. Novelades de Fénéon




   De mayo a noviembre de 1906, el diario Le Matin de Francia publicó la columna Nouvelles en trois lignes. Textos anónimos de entre 100 y 135 caracteres (en el formato del diario), construidos con base en los despachos de las agencias de prensa. Aparecieron cerca de 1200, subdivididos en: París y sus alrededores; Departamentos de Francia; y El extranjero. Hoy sabemos que fueron redactados por Félix Fénéon, para entonces poco conocido.
   Nouvelle es un vocablo ambiguo: es “novela corta” (“novela” se dice roman), o “noticia”. De manera que la columna podría traducirse Novelas en tres líneas —opción tomada por la editorial Impedimenta de Salamanca (España) que publicó los textos en 2011—; o Noticias en tres líneas. Para dar cuenta precariamente de esos dos sentidos agazapados en la palabra, traducimos con el neologismo ‘novelades’.
   Fénéon no sólo redactó noticias en pocos caracteres (los “trinos” tienen cinco más que el límite superior que imponía Le Matin), sino que creó una forma textual breve: sus ‘novelades’ son de una retórica insólita; escritos virtuosos desde el punto de vista estilístico, donde la historia se somete al relato, al punto que nos hacen condescender a lo anodino y repetitivo de la noticia, con tal de disfrutar del ritmo y la prosodia de sus textos. Como la sintaxis de las frases es ya una maroma en francés, la traducción al español citada recayó en un escritor, crítico literario y profesor universitario: Lluís Maria Todó. Ver: Novelades: otra forma textual breve.


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   El señor Colombe, vecino de Ruán, se mató de un balazo ayer. Su mujer le había disparado tres en marzo, y el divorcio era inminente.


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   Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algún dinero. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint Denis un litro de petróleo y se lo bebió.


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   El cadáver del sexagenario Dorlay se balanceaba en un árbol, en Arcueil, con esta pancarta: “Demasiado viejo para trabajar”.


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   Por su entusiasmo en los recuentos y en el escrutinio, unos partidarios y un elector han sido condenados en Cholet y en Saint-Girons.


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   F. y M. Altebo, vecinos de La Llagonne (Pirineos Orientales) y malos jugadores, mataron con porra y navaja al señor Filian, tal vez tramposo.


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   Scheid, vecino de Dunkerke, disparó por tres veces contra su mujer. Como siempre fallaba, apuntó a su suegra: el tiro acertó.


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   Abandonada por Delorce, Cécile Ward se negó a aceptarlo de nuevo, salvo que se casara con ella. Él la apuñaló, al considerar escandalosa dicha cláusula.


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   En los alrededores de Noisy-sous-École, el señor Louis Delillieau, de setenta años, cayó muerto: una insolación. Con gran rapidez, su perro Fiel le comió la cabeza.


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   El párroco de Monceau (Côte-d’Or) tiene un grado de impedimento para decir misa. Unos ladrones le han robado sus objetos de culto.


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   Una muchacha ha quemado con vitriolo a su amante, un ciudadano de Tolón de buena posición, que pretendía darse a la fuga después de haberla convertido en madre.


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   A las cinco de la madrugada, el señor P. Bourget fue abordado por dos hombres en la calle Fondary. Uno le sacó el ojo derecho, y el otro el ojo izquierdo.


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   El señor O. Calestroupat conoció en la Cámara de Diputados a una señora poco esquiva. Velada galante seguida de triste despertar: le habían birlado once mil doscientos cincuenta francos.


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   Vestido de capitán colonial, el vizconde de Perruchon en seis meses recaudó seis mil francos. Calabozo, y ni vizcondado ni uniforme.


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   Una europea de Túnez fue raptada en Medjez por dos árabes desvergonzados. La mujer pudo huir, todavía intacta, pero ya medio desnuda.