Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 6 de octubre de 2019

246. Leonardo da Vinci - 500 años









   Leonardo da Vinci, famoso escritor renacentista de minicuentos que, en sus ratos libres, era pintor, escultor, músico, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, filósofo, ingeniero, inventor y urbanista. Murió en 1519, razón por la cual estamos conmemorando 500 años de su partida.







   Cómo se cazan los unicornios

   Los unicornios, a pesar de su intemperancia y su falta de control, olvidan su ferocidad por el amor de las hermosas doncellas. Dejando de lado todo temor, se sientan a su lado y se duermen en sus regazos, y así los cazadores los atrapan.


   Cómo hacer natural un animal imaginario

   Si deseamos hacer que aparezca natural uno de los animales imaginarios, por ejemplo, un dragón, tomemos por cabeza la de un mastín; por orejas, las de un puerco espín; por nariz, la de un galgo; por cejas, las de un león; por sienes, las de un gallo viejo; por cuello, el de una tortuga de agua y, por ojos, los de un gato.


   La nuez y el campanario

   La nuez era llevada por una corneja a lo alto de un campanario, pero se le cayó en una grieta del muro. La nuez, librada del mortal pico de la corneja, le suplicó al muro que la socorriera, por la gracia que Dios le había concedido de ser tan eminente y ornado de bellas campanas de tan venerable sonido. Pidió que no la abandonase en la desdicha que le había impedido caer bajo las verdes ramas de su viejo padre y sobre la blanda tierra cubierta de hojas caídas, realizando así el voto que había hecho mientras se hallaba en el fiero pico de la fiera corneja, de acabar su vida, si escapaba de este peligro, en cualquier modesto rinconcito. Movido a compasión, consintió el muro en hospedarla en el lugar donde ella había caído. Al poco tiempo, empezó la nuez a abrirse y a echar raíces por entre las fisuras de las piedras, y ramas fuera de su cueva. Estas ramas se elevaron por encima del edificio y aquellas raíces, cada vez más gruesas y retorcidas, abrieron los antiguos muros y sacaron las piedras de sus viejos sitios. Tarde y en vano deploró entonces el campanario la razón de su desgracia, cuando vio en poco tiempo arruinados sus muros.




   La agitación

   El torrente arrastró tanta tierra y tantas piedras en su lecho que tuvo que cambiar su curso.


   La piedra

   Una piedra de buen tamaño, cubierta por el agua hasta hacía poco, se mostraba sobre un lugar elevado, en el límite de un bosquecillo deleitoso y junto a un áspero camino. La rodeaban hierbas y diversas flores de bellos colores, pero al ver las muchas piedras que debajo de ella estaban desparramadas en el camino, le entró el deseo de dejarse caer sobre ellas, diciéndose a sí misma: “¿Qué hago yo aquí con estas hierbas? Es en compañía de estas hermanas mías que deseo instalarme”. Y, dejándose caer en efecto, fue a terminar en medio de ellas su caprichosa trayectoria. Pasado algún tiempo, las ruedas de los carros, los pies de los viandantes y las patas herradas de los caballos empezaron a darle continuo trabajo, y revolcada en el fango y pisoteada, cubierta de estiércol, dirigía vanamente su mirada hacia el lugar de solitaria y tranquila paz que había abandonado.


   El perro y la pulga

   Un perro dormía sobre la piel de un cordero capón, cuando una de sus pulgas, sintiendo el olor de lana grasienta, juzgó que allí encontraría mejor vida y estaría al abrigo de los dientes y las uñas del perro de cuya sangre se nutría; y sin pensarlo más, abandonó al perro y se introdujo en la espesa lana.
   Primero, quiso llegar hasta las raíces de los pelos; pero, tras mucho sudar, vio lo inútil de su empresa, porque estos pelos estaban tan apretados que casi se tocaban, y no había sitio entre ellos para atacar la piel. Después de mucho trabajo y fatiga, resolvió volver a su perro, y como éste se había ido entretanto, la pulga, quejosa y arrepentida, acabó por morirse de hambre.


   La ostra, el ratón y el gato

   La ostra que, junto con unos peces, había sido descargada cerca de la casa del pescador, pidió al ratón que la condujese al mar. El ratón, con la intención de comerla, hace que se abra y la muerde. Pero ella se cierra y le aprieta la cabeza, dándole oportunidad al gato de comerse fácilmente al ratón.