El arquero y el águila
Ambrose Bierce
Un águila, mortalmente herida por un arquero, sintió un gran alivio al descubrir que la pluma que llevaba la flecha era una pluma suya.
—De veras habría sido muy desagradable —dijo— pensar que había otra águila metida en esto.
(99 fábulas fantásticas. Libros del zorro rojo)
El hombre y las dos mujeres
Esopo
Un hombre dado a los deleites, estando ya en la mitad la vida y con el pelo entrecano, tenía consigo dos mujeres, una de ellas joven y otra de más edad, habitando todos juntos en una misma casa; y como una y otra le peinasen, la joven, para que no pareciese tan viejo, le quitaba todos los pelos blancos, y la vieja, para hacerle más viejo a fin de que disgustase a la joven, le quitaba todos los negros, de modo que por último dejaron al pobre hombre sin un cabello.
(Fábulas completas. Madrid: Edimat, 2007)
León y cronopio
Julio Cortázar
Un cronopio que anda por el desierto se encuentra con un león, y tiene lugar el diálogo siguiente:
León. —Te como.
Cronopio (afligidísimo pero con dignidad). —Y, bueno.
León. —Ah, eso no. Nada de mártires conmigo. Échate a llorar, o lucha; una de dos. Así no te puedo comer. Vamos, estoy esperando. ¿No dices nada?
El cronopio no dice nada, y el león está perplejo, hasta que le viene una idea.
León. —Menos mal que tengo una espina en la mano izquierda que me fastidia mucho. Sácamela y te perdonaré.
El cronopio le saca la espina y el león se va, gruñendo de mala gana:
—Gracias, Androcles.
(Historias de cronopios y de famas)
El hombre y el lobo
Berejia ha-Nakdán
Un hombre enseñó las letras del alfabeto a un lobo. Le decía, "di álef", y el lobo respondía, "álef". Luego le decía, "te ruego, di "bet", y el lobo se esmeraba en su dicción, forzaba sus labios y pronunciaba bet y guimel, repitiendo lo que decía el hombre.
Dijo el hombre: "ahora mira bien lo que pongo ante tus ojos, para que puedas reconocer las letras, ponerlas juntas y pronunciar lo que quieras. Cuando combines las letras, seremos hermanos. Pon álef y bet juntas, como lo hago yo".
Y el lobo respondió: "ovejas".
El burro
Hierocles
Para enseñarle a no comer, un hombre no le ofrecía alimento alguno a su burro. Cuando el animal murió de hambre, el hombre dijo:
—¡Qué gran pérdida! Justo cuando había aprendido a no comer, falleció.
(Amante de la risa)
La mudanza de la lechuza
Liu Xiang
Un día, la lechuza se encontró con la tórtola.
—¿A dónde vas? —preguntó la tórtola.
—Me estoy mudando al Este —dijo la lechuza.
—¿Por qué? —inquirió la tórtola.
—A la gente de aquí no le gusta mi graznido —explicó la lechuza.
—Si puedes cambiar tu voz, estaría bien —acotó la tórtola—. Pero si no puedes, aunque que vayas al Este, será lo mismo: a la gente de allá tampoco le gustará.
(El jardín de las anécdotas)
El castigo del palomo
Nacr Ollah
—Guardemos semillas —dijo el palomo— para cuando no haya nada más en el prado, a causa del invierno.
Llenaron por completo un recipiente, cuando el tiempo era húmedo. Luego, el palomo se ausentó una temporada. Al llegar el verano, el calor del aire secó las semillas y el nivel del recipiente disminuyó. Cuando volvió el palomo, vio las semillas reducidas y, entonces, exclamó:
—Las habíamos apartado para subsistir en invierno, pero tú te comiste una buena cantidad.
La paloma negó haberlas comido. Él no le creyó y la mató a golpes.
Al llegar el inverno, las lluvias se hicieron frecuentes y las semillas absorbieron la humedad, por lo que el recipiente volvió a su estado anterior. Entonces, el macho reconoció cuál había sido la causa de la disminución y, entre llantos, entendió que su arrepentimiento no le servía de nada.