Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
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domingo, 9 de septiembre de 2018

218. Sueños I


El sueño de Enkidu

   Esa noche se le infectó la herida que había recibido Enkidu en su lucha contra Humbaba. Se revolcaba atormentado por la fiebre y las pesadillas.
   Despertó a su amigo para contarle lo que había oído y visto:
   "Los dioses han decretado que uno de los dos debe morir, porque matamos a Humbaba y al toro celestial. Enlil dijo que yo debo morir, porque tú eres dos tercios divino, y no deberías morir. Pero Shamash intercedió por mí, y me llamó "inocente". Comenzaron a discutir entre ellos, como si esa palabra causara una furia universal. Yo sé que me han elegido a mi."
   Las lágrimas fluían de sus ojos. "Mi hermano, es sólo la fiebre", dijo Gilgamesh. 
   Enkidu maldijo el portal del bosque de Humbaba, donde se hirió el brazo.
(Cuento babilónico del segundo milenio a. C.)

Sueño infinito de Pao Yu
   Tsao Hsue-Kin

   Pao Yu soñó que estaba en un jardín idéntico al de su casa. ¿Será posible, dijo, que haya un jardín idéntico al mío? Se le acercaron unas doncellas. Pao Yu se dijo atónito: ¿Alguien tendrá doncellas iguales a Hsi-Yen, Pin-Erh y a todas las de casa? Una de las doncellas exclamó: “Ahí está Pao Yu. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí?”. Pao Yu pensó que lo habían reconocido. Se adelantó y les dijo: “Estaba caminando; por casualidad llegué hasta aquí. Caminemos un poco”. Las doncellas se rieron. “¡Qué desatino! Te confundimos con Pao Yu, nuestro amo, pero no eres tan gallardo como él”. Eran doncellas de otro Pao Yu. “Queridas hermanas —les dijo— yo soy Pao Yu. ¿Quién es vuestro amo?”. “Es Pao Yu —contestaron—. Sus padres le dieron ese nombre, que está compuesto de los dos caracteres Pao (precioso) y Yu (jade), para que su vida fuera larga y feliz. ¿Quién eres tú para usurpar ese nombre?”. Se fueron, riéndose.
   Pao Yu quedó abatido. “Nunca me han tratado tan mal. ¿Por qué me aborrecerán estas doncellas? ¿Habrá, de veras, otro Pao Yu? Tengo que averiguarlo”. Trabajado por esos pensamientos, llegó a un patio que le pareció extrañamente familiar. Subió la escalera y entró en su cuarto. Vio a un joven acostado; al lado de la cama reían y hacían labores unas muchachas. El joven suspiraba. Una de las doncellas le dijo: “¿Qué sueñas, Pao Yu, estás afligido?”. “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron y me dejaron solo. Las seguí hasta la casa y me encontré con otro Pao Yu durmiendo en mi cama”. Al oír este diálogo Pao Yu no pudo contenerse y exclamó: “Vine en busca de un Pao Yu; eres tú”. El joven se levantó y lo abrazó, gritando: “No era un sueño, tú eres Pao Yu”. Una voz llamó desde el jardín: “¡Pao Yu!”. Los dos Pao Yu temblaron. El soñado se fue; el otro le decía: “¡Vuelve pronto, Pao Yu!”. Pao Yu se despertó. Su doncella Hsi-Yen le preguntó: “¿Qué sueñas Pao Yu, estás afligido?”. “Tuve un sueño muy raro. Soñé que estaba en un jardín y que ustedes no me reconocieron…”.
(Sueño del aposento rojo)


Sueño de Salomón

   Salomón ofreció mil holocaustos en el altar de Gabaón. Se le apareció Yahvé en sueños y le dijo: «Pídeme lo que quieras». Salomón respondió: «¡Oh, Yahvé! Me has hecho reinar en el lugar de David, mi padre, no siendo yo tu siervo más que un mocito, que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir; da a tu siervo un corazón prudente para juzgar a tu pueblo innumerable y poder discernir entre lo bueno y lo malo.» Agradó al Señor la petición de Salomón: «Por haberme pedido esto y no larga vida para ti, ni riquezas, ni la vida de tus enemigos, sino entendimiento para hacer justicia, te concedo lo que me has pedido; y te doy un corazón sabio e inteligente como no ha habido otro ni lo habrá después. Y añado lo que no has pedido: riquezas y gloria tales, que no habrá en tus días rey alguno como tú; y si andas por mis caminos como lo hizo David tu padre, prolongaré tus días.» Despertóse Salomón, regresó a Jerusalén, se presentó ante el arca de la alianza de Yahvé, ofreció holocaustos y sacrificios eucarísticos, y dio un banquete a todos sus servidores.
(1 Reyes, 3, 4-15)


John Henry Fuseli - The Nightmare
Vaciedad de los sueños

   Vanas y engañosas son las esperanzas del insensato, y los sueños exaltan a los necios. Como quien quiere agarrar la sombra o perseguir el viento, así es el que se apoya en los sueños. El que sueña es como quien se pone frente enfrente de sí: frente a su rostro tiene la imagen de un espejo. ¿De fuente impura, puede salir cosa pura? Y de la mentira, ¿puede salir verdad? Cosa vana son la adivinación, los agüeros y los sueños; lo que esperas, eso es lo que sueñas. A no ser que los mande el Altísimo a visitarte, no hagas caso de los sueños.
(Eclesiástico, 34, 1-6)


De dónde y cómo resultan los sueños
   Platón

   Cuando el fuego exterior se retira por la noche, el fuego interior se encuentra separado de él; entonces, si sale de los ojos, cae sobre un elemento distinto, se modifica y extingue, toda vez que deja de tener una naturaleza común con el aire que lo rodea, que ya no tiene fuego. Cesa de ver, y lleva al sueño. Esos aparatos protectores de la visión dispuestos por los dioses, los párpados, cuando se cierran frenan la fuerza del fuego interior. Este, a su vez, calma y apacigua los movimientos internos. Y, así que se han apaciguado, sobreviene el sueño; y, si el reposo es completo, un sueño casi sin ensueños se abate sobre nosotros. Por el contrario, cuando subsisten en nosotros movimientos más notables, según su naturaleza, y según el lugar en que se hallen, resultan de ellos visiones de diversa naturaleza, más o menos intensas, semejantes a objetos interiores o exteriores, y de las que conservamos algún recuerdo al despertar.
(Timeo)


La prueba
   Samuel Taylor Coleridge

   Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?


Mundo particular
   Heráclito

   Todo hombre despierto habita un mundo común; pero cuando sueña, habita su propio mundo.