domingo, 8 de diciembre de 2013

93. Zaratustra hablaba en minicuentos



La picadura

   Un día habíase quedado Zaratustra dormido bajo una higuera, pues hacía calor, y había colocado sus brazos sobre el rostro. Entonces, vino una víbora y le picó en el cuello, de modo que Zaratustra se despertó gritando de dolor.    Al retirar el brazo del rostro, vio a la serpiente: ésta reconoció entonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta torpemente y quiso marcharse.
   —¡No —dijo Zaratustra—; todavía no has recibido mi agradecimiento! Me has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.
   —Tu camino es ya corto —dijo la víbora con tristeza—; mi veneno mata.
   Zaratustra sonrió.
   —¿En alguna ocasión ha muerto un dragón por el veneno de una serpiente? —dijo—. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres bastante rica para regalármelo.
   Entonces, la víbora se lanzó otra vez alrededor de su cuello y le lamió la herida.



Doctos

   Mientras yo yacía dormido en el suelo, una oveja vino a pacer de la corona de hiedra de mi cabeza. Pació y dijo: “Zaratustra ha dejado de ser un docto”.
   Así dijo, y se marchó hinchada y orgullosa.


Acontecimiento

   Por el tiempo en que Zaratustra habitaba en las islas afortunadas, ocurrió que un barco echó el ancla junto a la isla en que se encuentra la montaña humeante; y su tripulación bajó a tierra para cazar conejos. Hacia la hora del mediodía, cuando el capitán y su gente estuvieron reunidos de nuevo, vieron de pronto que por el aire venía hacia ellos un hombre, y que una voz decía con claridad: “¡Ya es tiempo! ¡Ya ha llegado la hora!”. Y cuando más cerca de ellos estuvo la figura —pasó volando a su lado, igual que una sombra, en dirección a la montaña de fuego—, reconocieron, con gran consternación, que era Zaratustra, pues todos ellos le habían visto ya, excepto el capitán, y lo amaban a la manera como el pueblo ama: con un sentimiento en que amor y temor están mezclados a partes iguales.
   —¡Mirad! —dijo el viejo timonel—, ahí va Zaratustra al infierno.
   Por la misma época en que estos marineros habían desembarcado en la isla de fuego, se difundió el rumor de que Zaratustra había desaparecido; y cuando se preguntaba a sus amigos, éstos contaban que se había embarcado de noche, sin decir a dónde iba.
   Se produjo así cierta intranquilidad; al cabo de tres días, se añadió a ella el relato de los marineros. Entonces, todo el pueblo se puso a decir que el diablo se había llevado a Zaratustra. Sus discípulos se reían de tales habladurías; y uno de ellos llegó a decir:
   —Yo creo, más bien, que es Zaratustra el que se ha llevado al diablo.


Redención

   Un día en que Zaratustra estaba atravesando el gran puente le rodearon los lisiados y los mendigos, y un jorobado le habló así:
   —¡Mira, Zaratustra! También el pueblo aprende de ti, y comienza a creer en tu doctrina: mas para que acabe de creerte del todo se necesita aún una cosa: ¡tienes que convencernos primero a nosotros los lisiados! ¡Aquí tienes ahora una hermosa colección, y, en verdad, una ocasión que se puede agarrar por más de un pelo! Puedes curar a ciegos y hacer correr a paralíticos; y a quien lleva demasiado sobre su espalda podrías sin duda también quitarle un poco: ¡este, pienso yo, sería el modo idóneo de hacer creer a los lisiados en Zaratustra!
   Mas Zaratustra replicó así al que había hablado:
   —Si al jorobado se le quita su joroba, se le quita su espíritu… así enseña el pueblo. Y si al ciego se le dan sus ojos, verá demasiadas cosas malas en la tierra: de modo que maldecirá a quien le curó.    Y el que haga correr al paralítico le causa el mayor de todos los perjuicios: pues apenas pueda correr, sus vicios, desbocados, lo arrastran consigo… así enseña el pueblo a propósito de los lisiados. ¿Y por qué no iba Zaratustra a aprender también del pueblo, si el pueblo aprende de Zaratustra?


Apóstata

   Los viejos dioses hace ya mucho tiempo que se acabaron: tuvieron un buen y alegre final de dioses. No encontraron la muerte en un crepúsculo… ¡esa es la mentira que se dice! Antes bien, encontraron su propia muerte riéndose. Esto ocurrió cuando la palabra más atea de todas fue pronunciada por un dios mismo, la palabra:
   —¡Existe un único dios! ¡No tendrás otros dioses junto a mí! —un viejo dios huraño, un dios celoso, se sobrepasó de ese modo.
   Y todos los dioses rieron entonces, se bambolearon en sus asientos y gritaron:
   —¿No consiste la divinidad precisamente en que existan dioses, pero no dios?


Tabla 8

   Cuando el agua tiene maderos para atravesarla, cuando puentecillos y pretiles saltan sobre la corriente: en verdad, allí no se cree a nadie que diga: “Todo fluye”.
   Hasta los mismos imbéciles le contradicen. “¿Cómo?, dicen, ¿que todo fluye? ¡Pero si hay puentecillos y pretiles sobre la corriente! Sobre la corriente todo es sólido, todos los valores de las cosas, los puentes, conceptos, todo el ‘bien’ y el ‘mal’: ¡todo eso es sólido!”.
   Mas cuando llega el duro invierno, el domador de ríos: entonces incluso los más chistosos aprenden desconfianza; y, en verdad, no sólo los imbéciles dicen entonces: “¿No será que todo permanece inmóvil?”.
   “En el fondo, todo permanece inmóvil”: esta es una auténtica doctrina de invierno, una buena cosa para una época estéril, un buen consuelo para los que se aletargan durante el invierno y para los trashogueros. 
   “En el fondo, todo permanece inmóvil”: ¡mas contra esto predica el viento del deshielo!
   El viento del deshielo, un toro que no es un toro de arar: ¡un toro furioso, un destructor, que con astas coléricas rompe el hielo!.. Y el hielo ¡rompe los puentecillos!


   Los dioses mueren de muchas especies de muerte

   Él era un dios oculto, lleno de secretos. En verdad, no supo procurarse un hijo más que por caminos tortuosos. En la puerta de su fe se encuentra el adulterio.
   Quien le ensalza como a dios del amor no tiene una idea suficientemente alta del amor mismo. ¿No quería este dios ser también juez? Pero el amante ama más allá de la recompensa o la retribución.
   Cuando era joven, este dios del Oriente era duro y vengativo, y construyó un infierno para diversión de sus favoritos.
   Pero al final se volvió viejo y débil y blando y compasivo, más parecido a un abuelo que a un padre, y parecido sobre todo a una vieja abuela vacilante.
   Se sentaba allí, mustio, en el rincón de su estufa, se afligía a causa de la debilidad de sus piernas, cansado del mundo, cansado de querer, y un día se asfixió con su excesiva compasión.





Así habló Zaratustra

Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie (Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen) es una obra escrita entre 1883 y 1885 por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche.
La obra contiene las principales ideas de Nietzsche, expresadas de forma poética: está compuesta por una serie de relatos y discursos que ponen en el centro de atención algunos hechos y reflexiones de un profeta llamado Zaratustra, personaje inspirado en el fundador del Zoroastrismo.