domingo, 2 de abril de 2023

337. Filósofos minicuentistas V


El amor (la psique, la negatividad y la muerte)
   Kostas Axelos (Grecia)

   Un estudiante alemán fue un día a un baile. Descubrió una joven, muy hermosa, con cabellos muy castaños, de tez muy pálida. Alrededor de su largo cuello, una cinta negra angosta, con un nudo muy pequeño. El estudiante baila toda la noche con la joven. Al amanecer, la lleva a su buhardilla. Cuando empieza a desvestirla, la joven le dice, implorándole, que no le saque la cinta que lleva alrededor del cuello. Está en sus brazos, toda desnuda, con su pequeña cinta. Se aman; y después se duermen. Cuando el estudiante se despierta primero, observa el rostro dormido de la joven apoyado sobre la almohada blanca, con su cinta negra alrededor del cuello. Con un gesto preciso, deshace el nudo. La cabeza de la joven rueda por el piso.
(«Cuentos filo-sóficos (onto-teo-mito-gnoseo-psico-socio-tecno-escato-lógicos)»)


La fuerza de la imaginación
   Michel de Montaigne (Francia)

   Un gentilhombre recibió en su casa a un grupo de amigos. Tres o cuatro días más tarde se jactó, a manera de juego —pues no había nada de eso— de haberles dado pastel de gato para comer. Como consecuencia, una señorita del grupo fue presa de tal horror que sufrió un gran desarreglo de estómago y fiebre, y fue imposible salvarla.
(Los ensayos, 1588)

Platón


Imaginemos
   Arthur Schopenhauer (Alemania)

   Si nos imaginamos la existencia de un demonio creador, hay derecho a gritarle, enseñándole su creación: "¿Cómo te has atrevido a interrumpir el sacro reposo de la nada, para hacer surgir tal masa de desdichas y de angustias?".


Muerte
   Gilles Deleuze (Francia)

   Los dioses mueren, pero de risa, al oír decir a un dios cualquiera que es el Único.
(«¿En qué se reconoce el estructuralismo?», 1973)


Tenadora
   Friedrich Paulsen (Alemania)

   La divinidad nos ofreció suprimir de nuestra vida los sufrimientos y también aquello que los ocasiona. De entrada, caímos en la tentación de aceptar, pues cuando nos sentimos agobiados por el trabajo arduo y la miseria, cuando el dolor nos consume, cuando la angustia nos oprime el corazón, creemos que nada es mejor que vivir sin trabajar, en la tranquilidad, la holgura, la abundancia y la paz.
   Pero la vida, exenta de dificultades, penurias, miserias y aprensiones, pronto nos pareció no sólo aburrida, sino insufrible. Cuando desaparecieron los peligros, los obstáculos y los contratiempos… con ellos desapareció la tensión de nuestras fuerzas, nuestro celo, la excitación que causa el riesgo, la tensión en la lucha y la exultación del triunfo. Pronto nos hartamos del cumplimiento sin trabas del objetivo, del éxito sin obstáculos. Era como un juego en el que de antemano sabíamos que íbamos a ganar.
   No tardamos en pedirle a la divinidad que nos devolviera nuestra vida anterior.


Las cigarras
   Platón (Grecia)

   Se cuenta que, en otros tiempos, las cigarras eran hombres de esos que existieron antes de las Musas, pero que, al nacer éstas y aparecer el canto, algunos de ellos quedaron embelesados de gozo hasta tal punto que se pusieron a cantar sin acordarse de comer ni de beber, y en ese olvido se murieron. De ellos se originó, después, la raza de las cigarras, que recibieron de las Musas ese don de no necesitar alimento alguno desde que nacen y, sin comer ni beber, no dejan de cantar hasta que mueren.
(Fedro, 259b-c)

Absurdo
   Blaise Pascal (Francia)

   ¿Acaso existe algo más absurdo que el que un hombre tenga el derecho de matarme porque vive al otro lado del río, y su soberano está peleado con el mío, aunque yo no haya pensado en pelearme con él?