domingo, 31 de octubre de 2021

300. Entrega termópila conmemorativa


El emperador de la China
   Marco Denevi (Argentina)

   Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado del difunto emperador. ¿Veis? —dijo— Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador. El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.


Ecos
   Juan Rulfo (México)

   Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en un hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes.
   Yo ya no me espanto. Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen. Y en días de aire se ve al viento arrastrando hojas de árboles, cuando aquí no hay árboles. Los hubo en algún tiempo, porque si no ¿de dónde saldrían esas hojas?
(Pedro Páramo, 1955)


Scobie
   Lawrence Durrell (Reino Unido)

   Scobie anda por los setenta, y sigue teniendo miedo de morir; su gran temor es despertar una mañana y descubrir que está muerto. Por eso, cada mañana se despierta con un sobresalto al oír el chillido del aguatero debajo de su ventana. Según él, durante un largo rato no se atreve a abrir los ojos. Manteniéndolos bien apretados (por miedo de que se abran y le revelen el celestial ejército de los querubines cantando), tantea sobre el cajón que le sirve de mesa de noche y aferra su pipa. La ha dejado cargada la noche anterior, y hay una caja de fósforos al lado. La primera bocanada del espeso tabaco de marinero le devuelve la serenidad y la vista al mismo tiempo. Sonríe.
(Cuarteto de Alejandría)


El Cid concede al obispo las primeras heridas
   Anónimo español

   Cae el día; entrada es la noche. La gente cristiana se está aprestando sin tardanza. Al segundo canto del gallo, antes de que amanezca, les dice la misa el obispo don Jerónimo, y hecho esto, les da la más franca absolución:
   —Al que muriere hoy lidiando frente a frente, yo le absuelvo sus pecados, y Dios recibirá su alma. Y a vos, Cid don Rodrigo, que ceñís espada en buena hora, os pido que me concedáis un don a cambio de la misa que os he cantado: y es que me otorguéis el dar yo los primeros golpes.
   Y dijo el Cid:
   —Por otorgado.
(Mio Cid, 1200)


Kōan
   Anónimo japonés

   Un discípulo se acerca a su maestro y, antes de hablarle, le hace una reverencia. En lugar de contestar el saludo, el maestro lo golpea con su bastón. “Pero ¿por qué me pegas si aún no he hablado?”. A lo que el monje responde: “No era necesario esperar a que lo hicieras”.


Corazón
   Stephen King (EUA)

   La gente cree que soy una persona bastante extraña. Eso es incorrecto. Tengo el corazón de un niño pequeño. Está en un frasco de vidrio sobre mi escritorio.


En la luna
   Jaime Jaramillo Escobar (Colombia)

   Suelen decirme —a manera de crítica— que vivo en la Luna. 
   Les respondo —a manera de crítica— que viven en la Tierra.