domingo, 26 de enero de 2020

254. Teológicos I


Una teología musulmana
   Umberto Eco

   El mundo es un polvillo de contingencias. Sólo gracias a un acto instantáneo y provisional de la voluntad divina, se coagula en formas. Basta con que Dios se distraiga un momento, para que el universo se desplome.
(El péndulo de Foucault)


Quetzalcóatl
   Javier Naranjo
   
   Se proclamó un día Quetzalcóatl a su pueblo: “No quiero para mí más sacrificios humanos, deseo flores y frutos en mi altar”. El pueblo oyó al Dios atentamente y decidió, ante su cobardía, ofrendarlo en la piedra sangrienta.
   Ahora, de vez en vez, las mujeres llevan flores y frutos a su tumba.
(Gaceta Año 3, No. 8. Medellín: Universidad de Antioquia, marzo/abril de 1981)


Crucifixión
   Mark Twain

   Que un Dios se pase tres días en una cruz a cambio de toda una vida de felicidad eterna y de dominio del universo es un servicio que cualquiera estaría encantado de realizar en los mismos términos.
(Manuscritos)


Al principio
   Gabriel Pabón Villamizar

   Al principio era el verbo. Y el verbo era Dios.
   Y así estaba bien.
   Pero esto empezó a fastidiarse cuando apareció el sujeto; y por el mismo camino el complemento.
   La aparición ¡ay! de los gramáticos en este valle de lágrimas sólo era cuestión de tiempo.
(Re-versiones, 1999)


Actos de fe
   Triunfo Arciniegas

   Los hombres inventaron los dioses y levantaron los templos. Pronto encontraron y perfeccionaron diversas maneras de adorar a sus dioses, tan diversas que incluso rivalizaban. Los hombres pelearon entre sí por sus creencias y destruyeron los templos ajenos con tal saña que, después de la guerra, no quedan hombres ni templos ni dioses.
(Noticias de la niebla)


Jesus Christ Super Star
   Rodrigo Parra Sandoval

   Cuando los malvados romanos fueron a crucificar a Jesús, descendió del cielo un cohete interplanetario. Del cohete bajó, rodeada de un parpadeante halo de luz, la hermosa emperatriz de Mongo, que siempre había estado enamorada de Jesús y, tomándolo de la cintura, se lo llevó a vivir con ella. Los romanos se quedaron boquiabiertos e inventaron, para quedar bien, el cuento de que lo habían crucificado y demás fábulas.
(Museo de lo inútil. Bruguera, 2007)


Incógnitos
   Clinton Ramírez

   Dos hombres hacen amistad en un bar al calor de unas buenas cervezas. En algún momento de la noche uno le dice a otro cerca del oído: 
   —Viejo, guárdame el secreto: soy Dios.
   El otro, soltando el humo del cigarro por la nariz, no tiene inconveniente en sincerarse:
   —Tranquilo, viejito: soy el Diablo.
   Siguen bebiendo.