Entrevista con Andrés Osorio Guillott
En “Doce mujeres, doce pequeñas
muertes”, el autor caleño expone comportamientos del machismo y la cultura
patriarcal que terminan permeando todos los vínculos posibles entre hombres y
mujeres.
Harold Kremer es fundador de la Red Nacional de Talleres de Creación Literaria y cofundador de la revista de minicuento Ekuóreo.
¿Por qué las mujeres como protagonistas?
Desde uno de mis primeros cuentos, Sueño de amor, escribo sobre mujeres.
No era consciente de eso hasta que un amigo psicoanalista me dijo que en mis
cuentos siempre estaba presente “el amor, la muerte y las mujeres”. Me crié en
un matriarcado muy grande (10 hermanas, cinco tías, más comadres, vecinas y
primas), en el que mujeres de diferentes edades siempre llegaban con historias
de lo que les había sucedido y las narraban con una facilidad muy atractiva.
Recuerdo que no me dejaban hablar y cuando levantaba la mano para hacer una
pregunta, me callaban. Esas mujeres me enseñaron, sin saberlo, algo fundamental
para un escritor: saber escuchar, algo que, años después, Capote y Talese
recomendaban para la escritura. No sé por qué razón las mujeres me cuentan sus
cosas sin necesidad de preguntarles. Solo sé que son grandes narradoras orales
y que van de la realidad a la ficción con una maestría envidiable. Necesitan
ser escuchadas, algo que muchos hombres lo señalan peyorativamente. En menos de
la mitad de mis cuentos las protagonistas son mujeres. El resto son narradores
hombres.
¿Por qué ese elemento tan presente de la muerte y la fatalidad?
La muerte rondó gran parte de mi infancia y adolescencia por el suicidio de mi hermano José. Sentí que habría podido evitar esa muerte y me eché una culpa que todavía me asalta en algunas noches de pesadillas. La vida me ha enseñado que la fatalidad siempre está acechándonos, a un paso de nosotros. La felicidad que he percibido en algunos seres humanos muchas veces es falsa, acomodada a circunstancias de conveniencia en las que se sufre calladamente. Siempre he creído que la armonía está en cada uno de nosotros y no depende de otros. En el amor, por ejemplo, hay una dependencia viciosa que lleva precisamente a la fatalidad. Se cree que necesito de otro para que me confirme, me perdone, me guie, me lleve por el camino de la felicidad. Y cuando todo falla, llega la inevitable derrota.
En muchos cuentos se muestra la sociedad violenta en su cultura y su
comportamiento, ¿por qué ese contexto de peligro y miedo alrededor de las
personajes?
Porque la realidad es violenta, no es un camino de rosas, no es la historia
del idiota que es feliz acariciando una alpargata. Mira, por ejemplo, el índice
de feminicidios en Colombia. Mira lo que fueron los siglos XIX y XX. En el
siglo XIX creo que hubo más de 100 guerras civiles. Siempre hemos sido
violentos, incapaces de escuchar al otro, de aceptar su diferencia. Y esto
sucedió en toda Latinoamérica. Esa violencia social se refleja en las
relaciones de familia, en las parejas, en los individuos. Cuando se impide que
el otro exprese sus ideas, asuma su vida, ya empieza la violencia.
Tal vez conectado con lo anterior, ¿los relatos reflejan de una u otra
forma la violencia patriarcal y el machismo que ha afectado a tantas mujeres?
Mis tíos maternos manejaron, al morir mi abuelo, la herencia, porque las mujeres no tenían ese derecho de decidir. En tres años acabaron con una muy buena herencia, se la bebieron, se la putearon y dejaron a mi abuela, mi mamá y mis tías sin nada. Y todo eso, respaldados en esa época por las leyes y el Estado. Somos una sociedad patriarcal que excluye a las mujeres de decisiones trascendentales. Solo les permitimos tomar decisiones cotidianas, bobas, como escoja usted, pues, qué marca de salsa de tomate vamos a llevar. En muchas relaciones el hombre, poco a poco, conoce la psiquis y la intimidad de la mujer no para resaltarla, sino para destruirla, para avasallarla y anularla.
“La vida se la jode uno mismo, nadie te la jode”. ¿Podríamos hablar más
sobre esta frase? ¿Es responsabilidad de cada quien los dolores que padece?
Bonita frase, ¿no? Sí, en últimas cada quien es responsable de sí mismo.
Creo que hombres y mujeres deben luchar por sus anhelos y deseos. La
construcción del individuo es personal, y parte de una búsqueda en la que nos
relacionamos con otras personas que nos aportan cosas negativas y positivas.
Cada cual construye su propio infierno.
Muchos personajes ven con desencanto o con resignación su realidad, ¿por
qué esa tendencia al desasosiego y por qué esa especie de nihilismo tan
presente en varios personajes?
Te lo repito: la realidad es dura, no es una nube acaramelada. Todos
aprendemos y algunas de estas mujeres de mis cuentos aprendieron con la derrota
y la humillación. Sus siguientes relaciones ya no serán las mismas de antes,
están más preparadas para asumir sus vidas. Y son nihilistas porque no son
pendejas. Ya son capaces de poner límites, de expresar sus deseos, de asumir
sus existencias. Sin embargo, otras mujeres no aprendieron nada y lo que hacen
es repetir, calcar, sus relaciones anteriores, inicialmente un camino de rosas
y, al final, lo mismo de siempre.
Hay varias historias de amor en el fondo que tienen mucha violencia.
¿Cómo entender que algunos, en nombre del amor o la lealtad, permitan o
legitimen actos o gestos violentos?
El amor se ha confundido con la posesión, con la uniformidad. Debes
pensar como yo, debes actuar como yo, debes ocultar hasta tu sonrisa porque
pensaran que eres una puta. Y si eres puta, como le dice el chulo a una
personaje de una de mis novelas, te prohíbo que te dejes besar de un hombre
porque los besos son solo míos. La posesión en una relación es lenta,
agazapada, inicialmente en pequeños detalles hasta que aparece con fuerza y,
luego, se toma el cuerpo y el alma. Desafortunadamente, las mujeres, en su
mayoría, toman esto como demostraciones de amor y afecto. Y no saben (¿o sí
saben?) que están construyendo su fracaso.
Hay un roce y una tensión constante también con el placer o los
placeres, con apetitos sexuales y adicciones. ¿Por qué esa presencia del placer
y qué opina de él como un elemento que puede reafirmar la condición humana?
La sexualidad es uno de los pilares fundamentales de la posesión. Y
también es una forma de liberación. La sexualidad se expresa de muchas formas,
diría que, de acuerdo con nuestra formación, de lo que vivimos culturalmente en
nuestra infancia. A veces es lo único que confirma una vida, la búsqueda de la
individualidad. El placer en general es un remedio contra el desasosiego,
contra la asfixiante cotidianidad, contra la tristeza. Tal vez se reafirma la
condición humana, el dolor de existir.