domingo, 6 de marzo de 2022

309. Ellas escriben minicuentos X

 Herencia 
   Paz Monserrat Revillo (España)

   Antes de ponerse el pendiente frotó el metal que rodeaba el zafiro con un bastoncito impregnado en líquido para limpiar plata. Cientos de estratos de tiempo levantaron el vuelo, dejando la superficie luminosa y desnuda. Se acercó, curiosa, y la joya le devolvió el rostro adolescente de su abuela probándose el pendiente ante un espejo.
(Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español. Fernando Valls, editor)


Grandes almacenes 
   Carmela Greciet  (España)

   Mi madre me llevó a las rebajas y, después de unas horas siguiéndola, la perdí de vista en la sección Calzados. Pensé en ir al punto de Atención al Cliente, como tantas otras veces, Se ha perdido un niño… por favor, pasen a recogerlo, pero me contuvo una nueva y liberadora sensación. Que me reclame ella —resonaba en mi cabeza, mientras deambulaba tocándolo todo por Electrónica, Música y Juguetes. A última hora, agotado, me senté en un sofá de la sección de Muebles y con el runrún de fondo de los anuncios de ofertas, me quedé dormido, que me reclame ella…
   Aquí sigo. Los dependientes, que son muchos, me alimentan, y por las noches juego a la Play con los guardias jurados. Gano siempre.
(Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español. Fernando Valls, editor)


Una falta de tacto
   Mariana Frenk (Alemania/México)

   Cada vez que lucho con la cucaracha, viene el caballo. Digan lo que digan, es una falta de tacto de su parte. Además, ¿pueden decirme qué propósito persigue? El cuarto no es atractivo para él; casi no hay cuadros en las paredes, y mis libros —palabra que no quiero presumir, pero es un hecho que mis libros suponen un nivel intelectual muy por encima del suyo. No sabemos de qué hablar. Como si esto fuera poco, la cucaracha aprovecha la situación para escaparse. A veces ya está muerta cuando llega el caballo. Pero como si nada: aprovecha la situación y se escapa. Vuelve al día siguiente.
(… y mil aventuras, 1992)


Mariana Frenk
La creación
   Patricia Calvelo (Argentina)

   Al principio, crea el cielo y la tierra. Y separa la luz de las tinieblas, y divide las aguas del suelo seco, y ve que todo es bueno. Luego, hace crecer flores y árboles frutales, y les da distintos colores y perfumes, y ve que todo es bueno. Después, pone seres plateados y dorados en las aguas, y crea otros para poblar la tierra, y aves para surcar los cielos, y los bautiza a todos con nombres melodiosos. Y ve que todo es bueno. Y prueba todos los sabores, y decide que uno de los árboles, el de las deliciosas frutas rojas, será sólo para Él. Y se recuesta a descansar y disfrutar de su creación. Pero no se siente del todo satisfecho: algo le falta aún. Entonces dice: Crearé un nuevo ser a mi imagen y semejanza. Y va moldeándolo en arcilla, y cuando está terminado, le infunde vida en un beso. Sin duda, ésta es la mejor de sus obras, la más bella de todas, la más brillante y armoniosa. Para coronarla, le pone un nombre. Al nuevo ser, sin embargo, no le gusta el nombre que le ha dado, y se lo cambia. Él tiene un raro presentimiento. En seguida, esta criatura empieza a cuestionarle cosas. Entonces, Él comienza a sentir un miedo que no lo abandonará jamás, y le miente: le dice que Alguien, Alguien terrible y todopoderoso, lo ha creado a Él primero, y después le ha sacado una costilla y la ha formado a ella. Y que como ella es solo un pedacito de Él, tiene que obedecerlo en todo. Y que ella no debe hablar demasiado ni en voz muy alta para no despertar al Creador; no contradecirlo a Él, a quien el Creador declaró dueño y señor de todo, y en especial no comer del árbol que en este momento le está señalando. Pero ella, que no le cree una sola palabra, arranca un fruto del árbol prohibido y, dándole un gran mordisco, desata la primera tormenta de la historia.
(http://minimalismoscuentos.blogspot.com/)

  
El rayo generoso
   Lucy Fabiola Tello (Colombia)

   El pintor desesperaba por encontrar la solución. La enorme tela, minutos antes pintada de negro, nada le sugería. Su mente estaba vacía, su cerebro agotado. En incontenible impulso, tomó uno de los tubos, lo exprimió rabioso contra el negro, y el bermellón recorrió triunfante y poderoso el lienzo de arriba a abajo.
   Tiró el tubo vacío y lloró amargamente.
   En ese mismo instante, en Ekatiridion, un rayo iluminó el rojo, el ignoto, el oculto mundo. Entonces los viscosos seres pudieron ver la grieta en el muro de la oscura prisión que por siempre los contuvo. Movieron sus tentáculos, se deslizaron por la grieta. Se revolcaron en la roja arena. Copularon. Se reprodujeron.
   Ahora son libres.
(Ekuóreo No. 22. Cali, 1983)


Sortilegio
   Luz Marina “Nana” Rodríguez Romero (Colombia)

   Ese día acompañó a su novia a visitar una pitonisa. “Costumbres de mujeres”, pensó él. Pero, al salir de la casa, la adivina se acercó y, mirándolo a los ojos, le dijo: De tu vida nada diré, pero a tu tumba irán príncipes y gobernantes a rendirte honores. El muchacho, con un brillo en los ojos, hacía cábalas: ¿por qué los honores después de su muerte?
   Dos años después, habiéndose alistado en el ejército, fue abatido en el primer combate. En la morgue, entre los soldados muertos, el General lo escogió para rendirle honores, tal vez por tener un colibrí tatuado en el pecho.
   Desde entonces, gobernantes y príncipes llevan flores a la tumba del soldado desconocido.
(El sabor del tiempo, 2000)


Equivocación
   Lorena Caicedo (Colombia)

   —Te mataré.
   —Muerta estoy —dijo la muerte.
(Segunda antología del cuento corto colombiano, 2007)