domingo, 11 de agosto de 2019

242. De locos II


Las voces
   John Katzenbach

   —¿Oye voces ahora? —quiso saber el médico.
   ¡Dile que no!
   —No.
(La historia del loco)


El tamaño del miedo
   Triunfo Arciniegas

   El loco estaba tirando piedras a diestra y siniestra cuando surgió el camión, cuadras más allá, primero del tamaño de un juguete, luego del tamaño del miedo, verde y repleto de soldados, y el milico se bajó, lo amenazó con el arma desenfundada, y el loco tiró piedras, piedrecitas, polvo, se fue.
(El dominical, suplemento del diario El Universal de Cartagena, 2001-05-20)


Historia de un hombre que se vio en la necesidad de escribir un cuento para sacarle el cuerpo a la locura
   Andrés Fernando Nanclares Arango

   El hombre era un tipo solitario, como lo somos más o menos todos. Por razones inexplicables, ocupaba un cargo en un juzgado de ocho a doce y de dos a seis. Todos los días, muy temprano, se levantaba, se daba un baño y salía para la oficina. Antes de entrar a trabajar, compraba el periódico y se iba a un bar cercano a leer y a tomarse un café. Como era un hombre solo, se deleitaba mirando y pensando en la gente. Su diversión principal era observar a los demás. De tanto mirar y pensar, se le metió en la cabeza la idea de que se estaba volviendo loco. Para deshacerse de esa obsesión, se le ocurrió escribir un cuento, aun cuando ya hubiera sido escrito por otro, acerca de un hombre solo, empleado de un juzgado, que todos los días, antes de entrar a trabajar, compraba el periódico, se iba a un bar cercano, se tomaba un café y se deleitaba mirando y pensando en la gente, hasta el día en que se le fue adentro la idea de que tanto observar y pensar en la gente se estaba volviendo loco, y entonces sintió la necesidad de escribir un cuento, así ya hubiera sido escrito por otro, acerca de un hombre solo, empleado de un juzgado, que creyó volverse loco de tanto observar y pensar en la gente.
(Golpe de Mallete)

Kate Fenner

Conjura
   Lu Hsun

   Tienen deseos de carne humana y al mismo tiempo tienen miedo de ser comidos, por eso me miran de soslayo, con recelo, con profunda suspicacia…
   Sería hermoso que lograran liberarse de esta obsesión y pudieran trabajar, pasear, comer y dormir enteramente tranquilos. Ese sería el único paso que debería darse. Pero padres e hijos, maridos y mujeres, hermanos y amigos, maestros y discípulos, enemigos jurados, y hasta desconocidos están unidos en esta conjura, disuadiéndose, impidiéndose unos a otros dar tal paso.
(Diario de un loco, 1918)


El loco
   Leandro Hidalgo

   “Permítame tomarle la mano, señorita”, decía el loco al secador de piso. “Es usted un caballero”, decía el secador de piso al loco.
(Capacho)

Aversnya
Ex loco
   Marcel Proust

   Un hombre creía tener encerrada en una botella a la princesa de la China. Era una locura. Le curaron de ella. Pero desde el momento en que dejó de estar loco se volvió tonto.
(El mundo de Guermantes, 1922)


El loco
   Gibrán Jalil Gibrán

   En el jardín de un hospicio conocí a un joven de rostro pálido y hermoso, allí internado.
Y sentándome junto a él sobre el banco, le pregunté:
   —¿Por qué estás aquí?
   Me miró asombrado y respondió:
   —Es una pregunta inadecuada; sin embargo, contestaré. Mi padre quiso hacer de mí una reproducción de sí mismo; también mi tío. Mi madre deseaba que fuera la imagen de su ilustre padre. Mi hermana mostraba a su esposo navegante como el ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba que debía ser como él, un excelente atleta. Y mis profesores, como el doctor de filosofía, el de música y el de lógica, ellos también fueron terminantes, y cada uno quiso que fuera el reflejo de sus propios rostros en un espejo. Por eso vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al menos puedo ser yo mismo.
   Enseguida se volvió hacia mí y dijo:
   —Pero dime, ¿te condujeron a este lugar la educación y el buen consejo?
   —No, soy un visitante —respondí.
   —Oh —añadió él— tú eres uno de los que viven en el hospicio del otro lado de la pared.
(El loco)