Rene Aviés Fabila (Foto: Ivanaxel) |
René Sadot Avilés Fabila (Ciudad de México, 15 de noviembre de 1940-Ib., 9 de octubre de 2016) fue un escritor, periodista y catedrático universitario mexicano. Autor de cuentos, novelas y obras autobiográficas.
Fue un notable exponente iberamericano de la prosa narrativa contemporánea, cuya obra ha sido incluida en multitud de antologías, traducida a diversos idiomas y analizada por múltiples estudiosos de distintos países.
e-Kuóreo le rinde homenaje a este gran cultor del minicuento.
El flautista electrónico de Hamelin
Como no quisieron pagarle sus servicios, el flautista, furioso, decidió vengarse raptando a los niños de aquel ingrato pueblo. Los conduciría por espesos bosques y altas montañas para finalmente despeñarlos en un precipicio. Sus padres jamás volverían a verlos. Para ello no era suficiente su flauta mágica, sino algo más poderoso. Optó, entonces, por prender el aparato televisor: los niños encantados lo siguieron hacia su perdición.
Wells y Einstein
Aquel científico necesitaba saber qué sucedería si en la máquina del tiempo retrocedía al momento en que sus padres estaban por conocerse e impedía la relación. Llegó a esa época sin mayores dificultades. Un joven llegaba al pueblo en donde el destino le deparaba una esposa. De inmediato supo quién era. No en balde había visto fotografías del viejo álbum familiar. Lo que hizo a continuación fue relativamente sencillo: convencer a su padre de que allí no estaba el futuro, de que mejor fuera a una gran ciudad en busca de fortuna. Y para cerciorarse lo acompañó a la estación de ferrocarril. Se despidieron y mientras desde la ventanilla una mano se agitaba, el riguroso investigador sintió cómo poco a poco se desvanecía hasta convertirse en nada.
Televisiva
La mujer sangraba, tenía heridas por todo el cuerpo, el vestido desgarrado, en el rostro se reflejaba el pánico; sólo aguardaba la embestida final del monstruo. En ese momento una interrupción vino en su ayuda: la historia de terror quedaba trunca. Ella, aprovechando el anuncio de whisky, se alejó rápidamente de la bestia asesina. Al volver el film, el suspenso había desaparecido: por un lado el monstruo desconcertado buscaba a su presunta víctima, por el otro la mujer llegaba conduciendo su automóvil a casa del héroe, médico por cierto, para restañar sus heridas.
Paráfrasis de un texto de Borges
Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel.
Sin quitar la vista de la cicatriz que Abel muestra en la frente, Caín, hijo mayor de Adán y Eva, implora perdón por haberlo matado.
Abel, preferido del Señor, responde diciendo que es un hecho poco importante: lo ha olvidado y no conserva rencor por su hermano.
Caín se exalta y vanamente trata de convencer a Abel de la monstruosidad de su asesinato. La Historia me recuerda como el primer criminal. En vida anduve errante y fugitivo, escondiéndome de hombres y bestias; muerto la aflicción no me abandona; tal ha sido mi propio infierno, la condena de Dios. Tu nombre se ha multiplicado mientras el mío es sinónimo de maldad entre cristianos y no cristianos. Hermano: necesito de tu indulgencia para expiar mi culpa.
Abel insiste en su actitud y rechaza los argumentos de Caín sin darles importancia. La discusión adquiere matices violentos. El odio aparece en los ojos de Caín, quien furioso toma una gran piedra y mata a su hermano.
¿El crimen perfecto?
Anoche tomé una decisión irrevocable a causa de los remordimientos que tuve por engañar a E y que me torturaron durante días. Después de extensas meditaciones decidí asesinar a mi conciencia. El crimen perfecto, una obra maestra, ¿quién buscará a un delincuente de mi especie? Sin cadáver no hay delito. Y en este caso tampoco habrá testigos, dado que cometeré mi acción en lo más apartado del bosque. Además, con cuál legislación juzgarían a un hombre que ha liquidado a su propia conciencia. La opinión pública tacharía a las autoridades de ridículas, con certeza el tema sería aprovechado por los molestos cazadores de literatura fantástica y yo quedaría libre por falta de pruebas. En otras palabras, nada podrán contra mí. El crimen quedará impune. Y el problema enterrado junto a mi conciencia.
No obstante, hay algo que resolver antes de proceder con lo previsto. Descartado el que la conciencia fuese inmortal, como el alma, la dificultad estriba en que aparezcan los estúpidos escrúpulos para cometer el asesinato; pero, estoy seguro, ellos serán la única y solitaria defensa que pueda esgrimir esta imbécil y pusilánime conciencia que me ha seguido por todo el camino andado, y una vez que la infeliz yazca sin vida, jamás volveré a tener remordimientos o arrepentimientos ridículos, podré actuar libremente al fin y me realizaré a plenitud, seré un hombre cabal, seré Yo. Yo, porque no tendré barreras y en lo sucesivo cometeré acciones de las cuales no me arrepentiré.
Ahora que voy rumbo al sitio seleccionado para el asesinato —que algunos calificarían de horrendo o tal vez de impío— pienso si después de cometerlo no quedaré mutilado, como un hombre sin piernas o un ser que no emite sombra. En fin, coraje: esto puede ser una estratagema de la futura víctima que ya presiente su destino. Todo se resolverá por sí mismo en el preciso instante en que haya descargado los cartuchos de la escopeta en el centro de mi conciencia.
La esfinge de Tebas
La otrora cruel Esfinge de Tebas, monstruo con cabeza de mujer, garras de león, cuerpo de perro y grandes alas de ave, se aburre y permanece casi silenciosa. Reposa así desde que Edipo la derrotó resolviendo el enigma que proponía a los viajeros, y que era el único inteligente de su repertorio. Ahora, escasa de ingenio, y un tanto acomplejada, la Esfinge formula adivinanzas y acertijos que los niños resuelven fácilmente, entre risas y burlas, cuando el fin de semana van a visitarla.
La serpiente falo
La serpiente falo es una rara especie que habita en las regiones selváticas del sureste. Por las noches se introduce en las chozas y busca a las mujeres solitarias. Se desliza eróticamente entre sus muslos. Las penetra y con delicadeza o furia, según el caso, les hace el amor provocando un maravilloso orgasmo a las que aún despiertas no atinan a evitar la rápida y eficaz penetración del ofidio. Entonces, terminado el acto sexual, sale de nuevo a la selva y se acurruca entre la vegetación en espera de la noche. Para fortuna de las mujeres, la serpiente es estéril.