sábado, 26 de marzo de 2016

154. Ryunosuke Akutagawa

   Ryūnosuke Akutagawa (芥川 龍之介 o 芥川 竜之介) , Tokio, 1 de marzo de 1892, 24 de julio de 1927) fue un escritor japonés perteneciente a la generación neorrealista que surgió a finales de la Primera Guerra Mundial. Sus obras, en su mayoría cuentos, reflejan su interés por la vida del Japón feudal.
   Escribió numerosas obras de gran valor en las cuales los principales méritos son la originalidad y las logradas expresiones de lo emocional: "Ilusión", "Kappa" (una sarcástica sátira social parcialmente fabulada basándose en los animales de la mitología popular japonesa llamados kappa), "El hombre del oeste", "Vida de un idiota", "Palabras de un enano", "Los engranajes" (breve pero intenso relato autobiográfico en el cual describe sus sensaciones pesadillescas y expresa la idea del suicidio). En 1927, luego de sufrir por varios años de insomnio y alucinaciones, se suicidó, ingiriendo veronal
   Los minicuentos que conforman esta entrega fueron tomados de su libro "Vida de un idiota".


Maestro

   Leyendo un libro del maestro bajo un gran roble. Bañado por la luz de un día de otoño, no se movía ni una sola hoja. En algún cielo lejano, una balanza de platillos de cristal mantenía un equilibrio perfecto… Tal era la imagen que veía mientras leía el libro del maestro.


Base naval

   El interior del submarino era oscuro. Se agachó, rodeado de maquinaria, y echó un vistazo por el periscopio. Vio el paisaje del puerto naval.
   —Por ahí tal vez pueda ver un buque, el Kongo —le dijo un oficial.
   Mientras contemplaba un buque de guerra en la lente cuadrada, se acordó, sin saber por qué, del perejil. El perejil sobre un bistec de a treinta centímetros el plato. Y de su delicado aroma.


Tanaka Ryohei

Almohada

   Usando como almohada un escepticismo con olor a hojas de rosa, leía un libro de Anatole France. Pero nunca se dio cuenta de que, dentro de su almohada, había un centauro, una deidad que era medio hombre, medio caballo.


Mariposa

   Una mariposa revoloteaba en el viento impregnado de olor a algas. Durante un instante, sintió cómo las alas de la mariposa acariciaban sus labios resecos. Y a pesar de todo, el polvo que las alas dejaron grabado sobre sus labios, todavía continuaba brillando después de tantos años.


Parto

   Se detuvo en la puerta corredera y miró desde arriba cómo la comadrona, que todavía llevaba la bata blanca de operaciones, limpiaba al recién nacido. El bebé, cada vez que le entraba jabón en los ojos, arrugaba la cara tiernamente. Además, lloraba con una voz muy aguda. Mientras notaba un olor que le recordaba al de una cría de ratón, no pudo evitar que royeran su mente ciertas ideas filosas y profundas… ¿Para qué habrá venido este crío al mundo? ¿A este mundo lleno de dolor?... ¿Por qué le habrá tocado la carga de tener a un padre como yo?
   Se trataba del primer niño al que daba a luz su esposa.



Tanaka Ryohei

El gran terremoto

   Olía como a albaricoques podridos. Caminando entre las ruinas del incendio, percibió ese tenue olor. También pensó que, extrañamente, el hedor de cadáveres putrefactos bajo el calor del sol no era tan desagradable. Ante el estanque donde habían ido apilando los cadáveres, comprendió que en el ámbito de las sensaciones, la expresión «atroz y truculento» no era exagerada. En especial, lo había impresionado el cadáver de un niño de doce o trece años. Mientras lo miraba, sintió algo parecido a la envidia. Las palabras «Los amados por los dioses, mueren prematuramente» surgieron en su mente. La casa de su hermana, quemada. La de su hermano adoptivo, también. Sin embargo, su cuñado, en libertad provisional por haber cometido perjurio…
   «Ojalá se mueran todos».
   Fue todo lo que se le ocurrió pensar mientras permanecía inmóvil y de pie ante las ruinas de los incendios que siguieron al terremoto.


Muerte

   Aprovechando la suerte de estar solo en el dormitorio, colgó el cinturón del enrejado de la ventana e intentó ahorcarse. Pero al tratar de introducir el cuello en el cinturón, lo asaltó el miedo a la muerte. No temía el dolor físico que se siente en el instante de morir. Sacó por segunda vez el reloj de bolsillo y decidió hacer la prueba de medir el suicidio por ahorcamiento. Entonces, después de una breve agonía, todo se volvió confuso. Si fuera capaz de superar al menos ese paso, sin duda alcanzaría la muerte. Consultó las agujas del reloj. El sufrimiento había durado más de un minuto y veinte segundos. Las tinieblas reinaban más allá de la ventana enrejada. Pero, de repente, la oscuridad fue quebrada por el canto fogoso de un gallo.