Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 13 de marzo de 2016

153. Anómales


Skrzot
   Isaac Bashevis Singer

   El skrzot era un pájaro que arrastraba por el suelo alas y cola. Como nadie ignoraba, salía de un huevo incubado en el sobaco de una persona. Pero, ¿quién haría semejante granujada en el pueblo? Los hombres no, por descontado; sólo una mujer podía tener tiempo y paciencia para hacer una cosa así. En el invierno, el skrzot sentía frío en el granero y llamaba a las puertas de las casas para que lo dejaran entrar. Entonces el skrzot llevaba la buena suerte. Pero en todos los otros casos era dañino y se comía mucho grano. Si te caía en el ojo el guano del skrzot, te quedabas ciego. En opinión de los hombres de la taberna debía formarse una partida para buscar a las mujeres que llevaran huevos debajo del brazo.
(El esclavo)

Ekidna
   Hesíodo

   Parida en un antro hueco, la divina Ekidna, la de corazón firme, mitad ninfa de ojos negros y de hermosas mejillas, mitad serpiente monstruosa, horrible, inmensa, de colores varios, alimentada de carnes crudas en los antros de la tierra divina.
   Y su morada está en el fondo de una caverna, bajo una roca hueca, lejos de los dioses inmortales y de los hombres mortales, porque los dioses le dieron esas moradas ilustres. Y estaba encerrada en Arimo, debajo de la tierra, la abrumadora Ekidna, la ninfa inmortal, preservada de la vejez y de todo ataque.
   Y dicen que Tifaón se unió de amor con ella, ese Viento impetuoso y violento, con esa hermosa ninfa de ojos negros. Y quedó ella encinta, y dio a luz, y fue el primero de sus hijos Ortos, el perro de Gerión. Luego parió al monstruoso e inefable Cerbero, perro de Edes y comedor de carne cruda, el de la voz de bronce, el de las cincuenta cabezas, impúdico y vigoroso.
(Teogonía)


El Gillygaloo 
   Margarita Guerrero-Jorge Luis Borges

   Anidaba en las escarpadas laderas de la famosa Pyramid Forty. Ponía huevos cuadrados para que no rodaran y se perdieran. Los leñadores cocían estos huevos y los usaban como dados.
(El libro de los seres imaginarios)

El mono de la tinta
   Wang Ta-hai

   Este animal abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo; está dotado de un instinto curioso; los ojos son como cornalinas, y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas y se queda tranquilo.
(El libro de los seres imaginarios)

El gran congón
   Woody Allen

   El gran congón es un animal mitológico con cabeza de león y cuerpo de león, pero de otro león distinto. El congón goza fama de dormir mil años para luego surgir entre las llamas, especialmente si estaba fumando al amodorrarse.
   Se dice que Ulises despertó a un congón a los seiscientos años, pero se le mostró apático y malhumorado, rogándole que le permitiese quedarse en cama doscientos años más.
   La aparición de un congón está considerada notoriamente como infausta y acostumbra a preceder a una carestía o a las notas de una fiesta de sociedad.
(Sin Plumas)



Demonios familiares
   Robert Albert Bloch

   Son invisibles pero pueden cobrar materialidad al consumir sangre humana. La que causó la muerte a H. Phillips era una inmensidad de gelatina palpitante, húmeda y roja, una burbuja escarlata con miles de apéndices tentaculares que se enroscaban y desenroscaban en el vacío. En los extremos de estos apéndices, unas bocas se abrían y cerraban con horrible codicia. Era una cosa hinchada y obscena, un bulto sin cabeza, sin rostro, sin ojos, una especie de buche ávido, dotado de garras, que había brotado del vacío estelar.


Gelidones
   Michael Ende

   En las Montañas del Destino, no podía existir ningún ser viviente, salvo algunos gigantescos gelidones... si es que éstos podían considerarse como seres vivos, porque se movían con una lentitud tan inconcebible que necesitaban años para dar un solo paso y siglos para un pequeño paseo. Por eso, era evidente que sólo podían relacionarse con sus congéneres y no tenían la más mínima idea de la existencia de los restantes seres del mundo fantástico. Se creían los únicos seres vivientes del universo.
(La historia interminable)