Bienvenidos a la edición cibernética de la Revista Ekuóreo, pionera de la difusión del minicuento en Colombia y Latinoamérica.
Comité de dirección: Guillermo Bustamante Zamudio, Harold Kremer, Henry Ficher.

domingo, 26 de junio de 2011

21. VI Congreso Internacional de Minificción I


Selección de minicuentos leídos en el VI congreso Internacional de Minificción, realizado en Bogotá (2010) y organizado por las Universidades Pedagógica Nacional, Nacional de Colombia, Javeriana y de los Andes.





Kimmel Chamat


Le Cirque Rouge
   Martin Gardella (Argentina)


   La caravana del circo arribó al pueblo aburrido, anunciando un espectáculo diferente. Entre el show de malabaristas y las bromas del viejo payaso, se presentaba, en el círculo de arena, un auténtico vampiro. Su acto consistía en fascinar a un enano, para luego beber la sangre de su cuello, frente a la mirada magnetizada de los pueblerinos. La rutina era escalofriante, pero muy original. El éxito del show fue tan contundente, que el circo debió extender su estadía en aquel sitio por toda la temporada. Pero, por desgracia, el stock de enanos se acabó rápidamente, y en las funciones siguientes, el pálido artista debió someter a su rutina a cada uno de sus compañeros del circo, incluido el dueño y los miembros de la orquesta. Ya sin música ni presentador, el exitoso vampiro anuncia el espectáculo de esta noche con una novedad. Por primera vez, solicitará la colaboración gentil y desinteresada de alguien del público.




Supermercados
   Rogelio Guedea (México-Nueva Zelanda)


    Ayer en la noche fui al supermercado. Suelo ir por la mañana, muy temprano, porque la fruta y la verdura preservan mejor el olor de su frescura. Pero esta vez fui por la noche. Cogí el carrito y empecé, como siempre, por la sección de frutas y verduras. Al lado mío estaba una mujer de cabello largo, rubio, que usaba pans y tenis blancos. La miré de reojo mientras escogía jitomates. Cuando iba por las mandarinas, vi que la mujer de cabello largo ponía en mi carrito una bolsa de zanahorias. Pensé que se había equivocado, pero luego vi que fue a su carrito y lo empujó hacia la sección de ensaladas. Minutos después, mientras echaba cebollas en una bolsa, vi que la mujer ponía en mi carrito media arpilla de naranjas, para luego avanzar hacia los betabeles y los puerros. Entonces no pude evitarlo. Llené media bolsa de papas y, aprovechando que la mujer estaba desatando un manojo de betabeles, puse en su carrito una piña y un racimo de plátanos. Luego, me di la media vuelta y fui hacia la sección de aderezos. Cuando volví con un par de ellos, me di cuenta de que había en mi carrito una bolsa de betabeles y dos pimientos rojos. Entonces avancé lentamente hacia el carrito de la mujer, mientras ella hurgaba entre las lechugas variopintas, y al paso cogí media sandía, que puse en su carrito en una posición estratégica para que no le costara trabajo descubrirla. Lo mismo sucedió en la sección de cereales, en la de carnes, en la de vinos. Ella ponía en mi carrito pechugas de pollo y yo en el suyo carne molida. Ella una botella de vino tinto y yo una de espumoso. Avena ella. Café yo. Así hasta que salimos del supermercado, ya bastante noche esta vez, subimos al mismo automóvil y durante el trayecto a casa nos fuimos convirtiendo, otra vez, en el marido ejemplar que era yo y en la esposa intachable que nunca ha dejado de ser ella.




Casualidad
   Ángela Rengifo (Colombia)


   Justo en el instante en que él se estaba afeitando, ella se duchaba. 
   Justo en el instante en el que ella se maquillaba, él leía el periódico. 
   Justo en el instante en que él estaba desayunando, ella guardaba sus papeles. 
   Justo en el instante en el que ella empacaba su almuerzo, él acariciaba su gato. 
   Justo en el instante en que él daba instrucciones al portero, ella tomaba su café. 
   Justo en el instante en el que ella salía de la casa, él cogía las llaves del carro.
   Justo en el instante en que él pasaba con su carro, ella cruzaba la calle.




Perro de tres cabezas
   Ana María Shua (Argentina)


   Un perro enorme, de tres cabezas y cola de serpiente hace las delicias del público con pruebas nunca vistas. ¿De dónde lo sacaron? pregunta un niño. Es un hombre disfrazado, le asegura su madre. O tal vez dos. 
   El perro camina con las patas de atrás, baila al compás de la orquesta, fuma cigarros y adivina el nombre y la fecha de nacimiento de cualquiera de los espectadores. Adivina o sabe también la fecha de muerte, pero no la dice. 
   El público se divierte. Son pocos los que recuerdan, confusamente, las dificultades del camino. Ese arroyo tan crecido que debieron atravesar para llegar al circo, ese viejo mudo y sombrío que manejaba la balsa para cruzar los automóviles y que sólo aceptaba una moneda como pago...¿Cómo se llamaba el río? ¿Por qué quedaba tan lejos el circo? 
   Todo lo sabrán después de la función, cuando traten de salir de la carpa y encuentren al perro en la entrada, silencioso y feroz, mostrando los dientes de sus tres fauces. Sólo entonces notarán, en las tres cabezas del Can Cerbero, la mirada fatal de esos seis ojos sanguinolentos y crueles.


Kimmel Chamat


Límites de la poesía 
   Guillermo Velásquez Forero (Colombia)


   Llamarada de cielo, cascada de crepúsculo, lluvia de oro, velo de luna nupcial, oleaje de trigales incendiados por el viento, follaje dorado que se precipita en el abismo de la noche, caída luminosa de pantera en celo: fueron algunas metáforas tradicionales que esgrimió para conquistar la cabellera de su amada, antes de casarse con las apariencias de esa poética mujer. Y la belleza domesticada de la poesía funcionó bien, hasta el día en que él encontró un cabello de ella entre la sopa.



Problemas con el estambre
   Laura E. Vizcaíno (México)


   La doncella Aracné abrió una escuela de Tejido y Bordado. Entre millones de alumnas hubo sólo una que nunca pudo graduarse. La creían holgazana e irresponsable, incapaz de hacer la tarea completa, sus compañeras se burlaban de ella y, como no le dirigían la palabra, nadie le preguntó porqué deshacía el tejido todas las noches.